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Lo que no necesita demostración

La historia es subversiva

Hasta la próxima derrota electoral los incautos, los que todavía creen que es imposible que prevalezca tanta maldad, tanta ineficiencia y tanta corrupción, van a suponer que de un momento a otro no habrá colas para comprar margarina, aceite y harina de maíz; que volverán las tiendas a llenarse de neveras y televisores, y que los zapatos reaparecerán en las vitrinas, al igual que los materiales de construcción. Ingenuos. No volverán. Desaparecieron como las golondrinas de Bécquer.
Más que una dictadura ideológica que intenta imponer a sangre y fuego una concepción errada de la felicidad, el país está sometido al vaivén de una lucha entre los herederos del poder. Con el finado comandante no sólo se fueron sus dones para engatusar serpientes y para que los condenados de la Tierra se fueran a dormir con el estómago vacío, pero llenos de esperanzas, sino también su claridad para retroceder al borde del barranco y escoger otro camino. Ninguno posee alguna de aquellas destrezas, y por más dinero que han gastado, por más asesores que ha contratado y más órdenes que han recibido de los cubanos, les ha sido imposible convencer al país de que algún día vivirá mejor o que simplemente vivirá. Ha sido un fracaso estruendoso, rotundo. No hay comida.
Ilusos, repiten la receta habanera de poner al pueblo a hacer cola toda la mañana para, con suerte, poder comprar un pollo del tamaño de un pajarito y descubrir al llegar a la casa que no tienen electricidad ni gas, que tampoco pueden hacer una fogata, porque tendrían que compartirlo con el jefe del consejo comunal, darle la mejor parte, para que no los denuncie con la policía por usar combustibles que dañan la capa de ozono. No me jodas. Todavía suponen que mientras la gente está ocupada buscando qué comer no se ocupará de abstracciones como la libertad. Ya te aviso, chirulí.
Comparada pelo a pelo la situación actual con la reinante en Venezuela el 19 de abril de 1810, no cabe duda de que hoy tenemos muchísimo más motivos para decirle a Nicolás lo mismo que le gritamos a Vicente Emparan, que se retire del mando y dé paso a una junta de transición, que el bienestar del país requiere la pronta separación de esa metrópolis explotadora y mentirosa en que ha devenido la isla de Cuba, y que ya no defendemos más, ni nos los calamos, los intereses del nuevo Fernando VII, Raúl Castro y su hermano agonizante. ¿Acaso estos 15 años de ignominia no bastan? ¿Habrían aguantado Gual y España 15 días sin agua, como ahora los habitantes de Vargas? Saco copias gratis de la Declaración de Independencia, por ahora.

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