La vida exiliada de Cabrera Infante
(Biografía Novelada)
Gordiano Lupi
Traduccion de Barbara La Torre y Francesca Desogus
De Gibara a Londres
Guillermo Cabrera Infante nace en Gibara el 22 de Abril de 1929, en una pobre pequeña ciudad de la provincia de Oriente que todavía no ha descubierto la fascinación del Festival de Cine Pobre de Humberto Solás.
En los años treinta, en Gibara todo es pobre. No existe un festival de cine, se respira la miseria mezclada al perfume salobre que llega desde el paseo marítimo, de cara al Océano Atlántico, como una cabeza de Caimán que empuja las fauces en el caliente mar tropical. Alguna vez se convertirá en la provincia de Holguín, pero ahora es sólo un territorio en el confín de un remoto país acariciado por vientos orientales y por inclementes tormentas de lluvia.
Guillermo Cabrera padre es también periodista y transmite también a su hijo, junto al nombre de bautizo, la pasión por la escritura. Zoila Infante es su compañera de vida y de lucha política y son ellos los intrépidos que, en la pequeña ciudad de Gibara, crean una sección del Partido Comunista, que había sido fundado en La Habana, en 1925, por un personaje tan romántico como Julio Antonio Mella.
No es la temporada ideal para ser comunista. Son los años de Gerardo Machado, el dictador más terrible en la historia de Cuba. La pareja Cabrera Infante es detenida en 1936, acusada de actividades subversivas, con su hijito que solo tiene siete años y que por algunos días tiene que conocer las inclemencias de una prisión. La policía provincial de la dictadura machadista, las temidas Guardias Rurales, entran en casa de los Infante y, arma en mano, capturan a la madre y al hermano, destruyen muebles y enseres domésticos, y queman los libros y los expedientes del Partido.
El padre no está en casa, pero se entregará a la policía de Santiago -quinientos kilómetros al suroeste de Gibara – en cuanto conozca de la detención de su mujer, mientras el niño será encomendado a los abuelos, hasta el día de la liberación.
Gibara le empieza a quedar estrecha a la familia de Guillermo. La provincia no es el lugar ideal para seguir con la lucha política, pero sobre todo no está bien para la educación cultural de un hijo tan prometedor. La Habana parece ser la elección justa, vivida como un sueño lejano, una gran ciudad asomada al Océano Atlántico, separada por un muro de granito, entre el mar y los sueños lejanos.
Estamos en el 1941. Guillermo tiene solamente 12 años cuando conoce La Habana, ciudad vital para su formación cultural y humana, a la que siempre quedará atado por un vínculo indisoluble. Asiste a la escuela secundaria y es allí cuando, por primera vez, un profesor le habla de La Odisea, le cuenta el regreso de Ulises a Ítaca y cita el episodio del perro Argos que se muere por la felicidad de volver a ver su patrón. Guillermo se emociona muchísimo: nunca había escuchado una historia tan bella y fue ese el estímulo decisivo para que empiece a interesarse en la literatura.
En el bachillerato, el joven Cabrera Infante es un eficiente estudiante de historia de la literatura, no solamente española y cubana, sino de todos los tiempos y latitudes. En 1947 se topa con El Señor Presidente, la gran novela de Miguel Ángel Asturias, y decide hacer una suerte de parodia de la obra maestra escribiendo una narración con el mismo título. Tiene sólo dieciocho años, pero puede utilizar los mismos elementos literarios que Asturias introduce en el texto, sobre todo repeticiones, sonidos, sílabas, asonancias, imitando el estilo.
Guillermo, casi como un juego, lo envía a Bohemia, la revista más popular de Cuba y con gran sorpresa ve publicar su pequeña broma literaria.Empieza de ese modo su aventura entre las palabras, que con el tiempo se convertirá en una profesión, o quizás sería mejor decir, en una obsesión porque la cruz de un escritor es precisamente no poder pasar un solo día sin haber escrito algo, sea un artículo, un pensamiento, una reflexión, una página de una novela, una narración. No tiene la más mínima importancia ninguna otra cosa. Lo importante es escribir.
En 1947, el pequeño Guillermo solo tiene dieciocho años, vive en las calles de una capital desconocida y famélica que tan bien describirá años después en las páginas de La Habana para un infante Difunto, ama escribir relatos y, como todos lo chicos, no sabe lo que hará de su vida. Su primera decisión para los estudios universitarios fue la Medicina, pero la corrige pronto porque aquella materia no es para él, tan inclinado al razonamiento literario, a la jocosa intuición de la palabra. En 1950, Guillermo se matrícula en la Facultad de Periodismo – en Cuba existía y existe también hoy en día, aunque a un italiano le pueda parecer algo imposible-, siguiendo las huellas de su padre. Entiende que su vida son el cine y la literatura, dos amores que lo acompañarán siempre, quizás los únicos amores que nunca traicionará, pues con las mujeres no será tan fiel.
En Cuba cae Machado y se impone en el poder Fulgencio Batista - un sargento mulato que se autonombrará general – en ese primer tiempo gracias a elecciones libres y al apoyo del Partido Comunista, y luego gracias al golpe de Estado más rápido de la historia, llevado a cabo sólo con cuatro coches y la ayuda de diecisiete oficiales.
El partido de Acción Unificadora (PAU) que apoyaba a Batista auspiciaba desde tiempo atrás la imposición de una dictadura para instaurar otra vez el orden en el país. Batista sube al poder sin disparos ni hostilidades y se proclama Jefe de Estado sin esparcir ni una gota de sangre en lo que los cubanos, con ironía, llaman “el golpe del Zunzún”, referiendose a una canción que habla del Zunzún, un discreto pajarito madrugador.
Los escritores nunca resultan simpáticos a los dictadores: son dolorosas espinas clavadas en las espaldas, porque el poder es como una droga y emborracharse de historia puede ser su efecto peor. Son palabras del gran poeta cubano José María Heredia, muerto en el exilio después de haber luchado por una Cuba libre, pero quedan bien en cualquier tiempo. “Ninguna poesía derrotará nunca a un tirano. Pero le deja una señal, a veces indeleble”, añade. Guillermo Cabrera Infante escribe y deja señales indelebles en la piel del tirano, es su tarea, lo único que sabe hacer. En 1952 escribe un relato que no gusta a los censores del régimen, lo consideran obsceno y lo recogen de todo el territorio nacional. Guillermo, como pena ulterior, ve prohibida la posibilidad de firmar obras de narrativa, artículos y ensayos, prohibición que evita utilizando el seudónimo de G. Caín, obtenido de la contracción de su verdadero nombre. El cine se convierte en su amor más grande, y quizás fascina al escritor más que la misma literatura, porque las imágenes expresan con más inmediatez las sensaciones. En 1954, Guillermo se convierte en el joven crítico de cine de la revista Carteles, como cuenta en su novela autobiográfica Cuerpos divinos, publicado póstumamente gracias a su segunda mujer. Firma las piezas con el seudónimo que ahora lo caracteriza y que no abandonará nunca, dado que en futuro utilizará también a G. Caín en otros escritos relacionados con la cinematografía. Carteles será una pieza importante de su juventud, y la redacción de la revista lo acogerá hasta 1960. Será precisamente a partir de allí que tendrá nuevas amistades y encuentros sentimentales, juntando trabajo y pasiones como leitmotivde su vida.
Marta Calvo es la primera mujer con quien se casa en 1953 y del matrimonio nacen dos hijas, Ana y Carola, pero en 1958 conoce al que será el gran amor de su vida: la actriz cubana Miriam Gómezy se casa con ella en 1961, después de haberse divorciado de su primera esposa. No es un ejemplo de fidelidad Guillermo, algo que parece ser característica de muchos cubanos, pero Miriam Gómezserá su compañera para el resto de la vida y debemos a ella la publicación de Cuerpos divinos, a pesar de que la novela cuenta historias de traiciones y fugaces amores vividos por el escritor con otras fascinantes muchachas habaneras. Guillermo Cabrera Infante es hijo de comunistas, odia a Batista con todo su corazón, lo considera un dictador inculto y arrogante, apoya a la Revolución y piensa que los barbudosde Fidel Castro traerán un aliento de aire nuevo a una realidad asfixiante. Por algunos años las cosas van bien, es nombrado director del Consejo Nacional de la Cultura, gerente del Instituto de Cine y vicedirector de la revista Revolución,dirigida por Carlos Franqui. Cabrera Infante dirige el suplemento literario, el mítico Lunes de Revoluciónque todavía hoy pervive en el imaginario colectivo si se piensa, por ejemplo, que un joven cubano como Orlando Pardo Lazo titula su blog Lunes de Post Revolución.
La revista y el suplemento cerrarán. Demasiado independientes e idealistas, lejos de las ideas de Fidel Castro, para quien no son necesarias las instancias de libertad o de desarrollo cultural: El intelectual tiene la obligación de quedarse en el espacio marcado por la Revolución, como también entenderá años después Herberto Padilla, condenado y aislado por el coraje de su poemario Fuera del juego. Entre Guillermo Cabrera Infante y el régimen de Fidel Castro hay sólo una breve luna de miel, al final de la cual cada uno seguirá por un camino distinto.
Un cortometraje de 1960 que dibuja la diversión nocturna de un grupo de habaneros es el elemento que provocará la ruptura: PM, rodado por Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera, hermano del escritor. A Fidel no le gusta, no tiene intentos didácticos, no sirve para educar a la rígida moral comunista, más bien describe la mala conducta de la sociedad habanera. En 1961, el cortometraje es secuestrado y prohibido, así que Guillermo revive, en la piel del hermano, la misma situación de dolor vivida durante la dictadura de Batista. La censura todavía existe y desgraciadamente más fuerte que antes, los que detentan el poder quieren callar a los incómodos intelectuales. Guillermo critica esta decisión en las páginas deLunes de Revolución, pero el único resultado que obtiene es el cierre de la revista. Fidel ya tiene listo el nuevo diario del partido único, que llamará Granma con el suplemento semanal Juventud Rebelde, alma de los jóvenes comunistas. Ésta es la nueva prensa cubana, lejana a cualquier forma de expresión de ideas y dirigida por rígidas directivas políticas. En la Revolución, los intelectuales ya no tienen libertad y Fidel Castro lo hace entender claramente en una frase que bien sintetiza el famoso discurso Palabras a los intelectuales, hecho el 30 de junio de 1961: “Dentro de la Revolución todo es permitido, fuera de la Revolución, ¡nada!”
De hecho, con esta frase empieza el exilio de Guillermo Cabrera Infante, quien marchó a Bruselas como encargado cultural de la Embajada cubana al ser considerado un personaje incómodo en la capital Habana. En Bélgica escribe Un oficio del siglo XX (1963), aprovechando su estancia en Bruselas, la capital, junto a sus dos hijas y su segunda mujer, Miriam Gómez. Claramente, Bélgica para un cubano es la otra cara de la luna, pero Guillermo acepta el exilio con buena voluntad. Vuelve a Cuba en 1965, fecha de la muerte de su madre, pero es encarcelado por contraespionaje y se quedará en la cárcel cuatro meses. A la vuelta, además de la aventura en la cárcel, Infante se da cuenta de que la Habana ha cambiado, transformada por la dictadura en una ciudad triste, recorrida por hombres y mujeres que andan como zombies. No reconoce la ciudad llena de luces y de vida que había dejado cuando partió a Bruselas. Se da cuenta de que ya no puede vivir en Cuba y la única elección que tiene es la de volver a exiliarse. Vive en Madrid y en Barcelona, pero España no es la solución ideal: allí también opera un dictador, Franco, que no está de acuerdo con su pensamiento. La elección definitiva es Londres, tan diferente de su Habana, pero libre, donde hablan un idioma diferente, pero que aprenderá tan bien y que le permitirá escribir libremente. Cabrera Infante se siente solo sin su gente, ama a los cubanos, como bien notamos en Tres Tristes Tigres, una novela compleja escrita en los dialectos hablados en Cuba, donde utiliza juegos de palabras y diferentes recursos lingüísticos. El autor ama esta manera de escribir y la utiliza para transmitir el vínculo profundo con la tierra que lo ha parido, con una isla que hace del caos la manera de vivir, poblada por personas que se enfrentan a la vida con confianza, sin planes, burlándose de la realidad, en vez de aceptarla dramáticamente, transformándola en una oportunidad para sonreír.
En 1968, la revistaPrimera Planarealiza una serie de entrevistas a escritores suramericanos que viven en Europa. En una de estas entrevistas Cabrera Infante expresa públicamente sus perplejidades acerca de las contradicciones de Cuba y del castrismo. Es la primera vez que cuenta su encuentro con una Habana triste y desagradable, pero lo hace con la prensa internacional y la cosa preocupa bastante en Cuba. Infante es expulsado de la Unión de los Escritores y Artista de Cuba (UNEAC) y es declarado traidor a la patria. El escritor decide que su futuro tiene que ser libre, que ya no tiene cadenas con regímenes dictatoriales, y la única cosa que quiere es poder expresarse con libertad y sin miedo. El ostracismo de Fidel Castro sirve sólo para amargar su estancia lejana que perdurará hasta la muerte.
En 1968 publica en Londres Tres tristes tigres,primera novela de éxito, que el mismo autor llama TTT y que originalmente se llamaba Ella cantaba boleros. La novela es una nueva versión de la vieja obra Vista del amanecer en el trópico y se caracteriza por el uso de un lenguaje ingenioso que introduce muchos cubanismos del habla común y añade, además, citas de otras obras literarias. Tres tristes tigres cuenta la vida nocturna de tres jóvenes en la Habana de 1958 y, no obstante, fue calificada desde el gobierno cubano como contrarrevolucionaria y prohibida en todo el territorio nacional. El destino de un verdadero escritor ir por la senda contraria al poder, Cabrera Infante no es una excepción y, como si fuera un nuevo Heredia, deja una huella indeleble en la cara del tirano. La vida de Cabrera Infante transcurre en la gris Londres, entre las aficiones de toda su vida: el cine y escribir, compone guiones y escribe The Lost City, la película de su vida hecha por Andy García, actor norteamericano de origen cubano que critica en cada ocasión posible al régimen castrista. Desgraciadamente, no tendrá la suerte de mantenerse vivo para ver su estreno.
Nunca más volverá a Cuba, fiel a sus ideas y a una rígida rectitud moral. Vive para sus obras y para el cine, polémico y excelente, irónico y manipulador del lenguaje, incansable obrero de la palabra.
En 1970, el amor entre Guillermo Cabrera Infante y el cine se vuelve realidad y el escritor se muda a Hollywood dedicándose a interesantes guiones, como el de la película Bajo el volcán de Malcom Lowry. Pero el guión de su vida está dedicado a una isla que nunca más volverá a ver. En 1972,Tres tristes tigres es traducido al inglés y publicado en Londres con el título Threetrapped tigers. Quizás esta aproximación literaria es una anticipación de la ciudadanía británica que llegará en 1979, aunque su obra cumbre sea apreciada completamente sólo en español.
El premio Cervantes llegará en 1997, reconociendo su altura en la literatura española sin que dictadores y ostracismos puedan con ésta. Cabrera Infante es uno de los mayores escritores españoles. En 2003 obtiene el Premio Internacional de la Fundación Cristóbal Gabarrón de literatura. Luego empezarán los problemas de salud, es hospitalizado en el hospital de Chelsea y de Westminster de Londres por una fractura de cadera. En el hospital contrae una septicemia que lo llevará a la muerte el 21 de Febrero de 2005 a los 75 años. En Cuba, la prensa no se hizo eco de la repercusión internacional por la noticia de su muerte, pero pronto llegará el día en que alguien pagará para sus errores.
“A la huida me empujó la vuelta totalitaria, la censura, los procesos y las condenas contra de los opositores políticos que habían participado a la guerrilla. Como muchos de los cubanos, he creído en las buenas intenciones de Castro hasta cuando, llegando al poder, dijo que las elecciones demócratas eran inútiles. Me demoré unos años para dejar atrás los vínculos porqué es mucho más difícil dejar tu propio país que renunciar a la pertenencia a un partido. Y, para mí, en aquella época dejar el partido significaba sólo una cosa, el exilio, un larguísimo exilio”.
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