Los pantanos de hoy fueron debidamente anticipados, pero casi nadie escuchó
Angel Bernardo Viso:
Chávez destruyó la institucionalidad
El ensayista y conocedor de la historia venezolana dice que le da risa que los órganos internacionales pretendan que en Venezuela se vaya contra Chávez sólo de manera institucional. “Si destruyó las instituciones, ¿cómo actuar de forma puramente institucional? ¿Era posible salir de Hitler o de Mussolini con una oposición institucional? No. El método que utilizaron Franklin Delano Roosevelt y Winston Churchill fue la guerra mundial”
Publicado en marzo de 2002
Rodeado de libros doctos y bien ordenados, un pequeño
grabado de Nicolás Maquiavelo, y una vista a la sucesión de montañas, el Ávila,
que perturba y aviva la más verde de las envidias, Ángel Bernardo Viso habla
despacio y viste con elegancia reposada.
—A la gente le ha costado entender que esta es una
revolución horrorosa.
Abogado experto en asuntos económicos, hurga en la historia
porque sabe que la oficial, la que enseñan en la escuela, no es útil para
entender el país, no por falsa sino por ajena, por obviar lo que el espíritu
reconoce a flor de piel.
—La sociedad venezolana es propensa a sufrir experiencias de
gobierno muy particulares. El actual, revolucionario o bolivariano, tiene
tendencias a las exclusiones y llegó para arrasar las instituciones.
—A refundar una
república...
—No es lo mismo fundar una república por primera vez, que ya
de suyo es difícil, que refundar una que ya existe. La finalidad de Hugo Chávez
era destruir lo que existía.
—Ha sido una
revolución pacífica...
—Esa es una manera bastante hipócrita de ver la realidad. No
ha sido una revolución pacífica, sino radical. Toda labor revolucionaria lleva consigo planteamientos extremos. Rara vez una
revolución es moderada. Que no hubiera muertos ni presos hasta el 11 de este
mes, se agradece. Hasta ahí. Esta revolución, desde el principio, se propuso
destruir la cuarta república y efectivamente la destruyó.
—Sin haber pensado
cómo sería la Quinta...
—Creo que sí la pensó. Como candidato, Hugo Chávez defendió
la tesis de convocar a la constituyente y de crear un nuevo marco jurídico para
realizar la renovación radical de la sociedad venezolana. En una reunión con un
grupo pequeño, le dije que me aterraba esa posibilidad. Una constituyente en un
marco revolucionario, así fuera de naturaleza pacífica, me recordaba la Asamblea
francesa de 1789, lo que vino después y las consecuencias del Terror.
Conversa con la mirada en los ojos que lo ven. Comparte
asombros y descifra los vínculos que ayudan a entender trayectos del pasado que
han permanecidos ocultos tras las barreras de
la palabra. Se dice “reflexiólogo”, mas no historiador.
—El drama del revolucionario que aspira a transformar radicalmente
la sociedad es que cae, inevitablemente, en los viejos modelos del pasado, que
siempre se revelan inadecuados. Marx decía que los revolucionarios franceses cumplieron
su papel de destruir el antiguo régimen disfrazados de romanos. Impresionan las
frecuentes alusiones al pasado remoto romano de la retórica revolucionaria
francesa, en especial en los jacobinos. Chávez llegó con la tesis de regresar a
Bolívar y al ejército libertador.
—¿Fundó una nueva
República o creó un nuevo desastre?
—No hay oposición entre una cosa y otra. Fundar una
república puede ser crear un disparate.
—Logró conquistar el
corazón del vasto pueblo...
—Es verdad. Lo enamoró, pero la gente se ha ido desenamorando.
Chávez no ganó la primera vez de una manera aplastante. Después de tomar el
poder, en comicios sucesivos, fue cuando obtuvo una mayoría importante, independientemente
de las irregularidades del CNE y de las alcahueterías de Indra, que las hubo. Chávez
luego de asumir la Presidencia siguió siendo un jefe golpista. Se ha comportado
como un agitador y continuará comportándose como un agitador. Sólo es capaz de
percibir la realidad desde la perspectiva del agitador. Se cree un jefe de
montoneras, un radical revolucionario o el Che Guevara. Dios mío, es una
víctima de la ideología.
—De un anacronismo...
—La aventura de Fidel y del Che Guevara se materializó en un
mundo bipolar y pudo subsistir con la ayuda rusa. Esa posibilidad no existe
hoy; probablemente la revolución cubana desaparecerá con Castro. Chávez,
empero, quiere revivir esa aventura, pero con alcances planetarios. Una de las
cosas que quiere es continuar la liberación del Continente iniciada por
Bolívar, pero con un sentido interventor. Pretende ser universal, una especie
de caballero andante que salva a los pueblos desheredados del planeta; quiere
construir una internacional de los pueblos pobres, algo que no es viable desde
el punto de vista práctico, aunque sea una conducta noble, en la medida en que
no estimule el odio. Todos estamos conscientes de que es preciso sacar a los pueblos
del subdesarrollo.
—¿Es posible hacerlo?
—Sí, y sin necesidad de utilizar los métodos de Chávez, que
no recurrió inicialmente a métodos violentos pero sí soluciones violentas.
—¿Con la nueva Constitución,
que es muy nombrada pero poco respetada?
—El chavismo nunca quiso tener una constitución. Mi tesis es
que la constitución fue el instrumento para destruir la llamada cuarta
república. Tiene muchos logros, desde el punto de vista de la descripción y de
la regulación de los derechos humanos, pero fue diseñada para no ser aplicada,
para no cumplirla.
—¿Cómo la soviética?
—Exactamente, es una constitución de papel. Chávez quiere
convertir todas las instituciones en instrumento de su política. El proyecto
chavista es revolucionario. No lo ha podido poner en práctica totalmente, pero
está en ejecución. Si lo dejamos, lo ejecuta en su totalidad. Chávez es un
proyecto de führer, y si se consolida es un führer.
—Muchos creen que
este un gobierno más y no una revolución...
—No se dan cuenta porque no quieren. Muchos creyeron que
Chávez iba “a jugar el juego”. Y Chávez, si algún mérito ha tenido, es que no
ha jugado el juego. Ha jugado limpio. Lo supe desde el primer momento. Nunca
tuve ilusiones chavistas. Yo fui educado para no tolerar las tentaciones
autoritarias de nadie. Chávez quiere establecer una tiranía.
Más allá, el Ávila se llena de sombras violáceas. La
conversación vuelve al pasado y a su más reciente libro, La revolución terrible. Acerca un ejemplar. Lo hojea mientras pide
permiso para leer una cita.
—En 1810, cuando empezó la revolución hispanoamericana, un
ideólogo argentino, Mariano Moreno, dijo lo que venezolanos no nos atrevimos a
decir. A Moreno, un abogado sumamente inteligente, le encomendaron establecer cómo
conducir la revolución y para tal fin escribió un plan secreto de operaciones.
Lee, sin dudar y con la debida entonación:
“Si no dirigimos el
orden de los sucesos con la energía que nos es propia, se nos desploma el
edificio, pues nada hemos de conseguir con la benevolencia y la moderación. El
menor pensamiento contrario al nuevo sistema es un delito y su castigo es
irremediable. Los cimientos de una nueva república nunca serán cimentados sino
con el rigor y el castigo, mezclado con la sangre derramada de todos aquellos
miembros que pudieran impedir su progreso. A todos los verdaderos patriotas, si
en algo delinquiesen que no sea concerniente al sistema, se les debe tener
siempre una consideración y extremada bondad, en una palabra, en tiempo de
revolución ningún otro delito debe castigarse sino el de infidencia y rebelión
contra los sagrados derechos de la causa que se establecen, todo lo demás debe
disimularse”.
—¿Cree que Chávez
bebió en los consejos de Moreno?
—No. Pero sí una persona muy cercana, cuyo nombre me
reservo.
Sonríe y se levanta. Devuelve el libro a su orden y regresa
al hilo histórico.
—En Venezuela se viene hablando de revolución desde la
independencia. Es una palabra que se usa a troche y moche. Un mito
empobrecedor. En el siglo XIX tenemos revoluciones de todo tipo, hijas de la
independencia y del Estado desorganizado. Nuestros próceres fueron bastante
competentes en la destrucción del sistema. A 192 años de la gesta emancipadora,
¿cuántas veces hemos oído hablar de la refundación de la República? Mientras
Estados Unidos ha tenido una república y una sola constitución, nosotros vamos
por la carta magna número 26; mientras Francia mantiene vigente el código civil
que aprobó Napoleón en 1804, a mí se me olvidó el número de códigos civiles que
hemos tenido los venezolanos.
—¿A qué se debe la
fijación del venezolano en los cambios?
—Es parte de la mitología revolucionaria subyacente
heredada. Yo creo que el culto a Bolívar es fatal para el pueblo. Bolívar fue
un gran héroe, y debe ser respetado y considerado como un hombre admirable. Sin
embargo, convertir en idolatría el amor que le tiene el pueblo venezolano es
altamente negativo: embota el espíritu crítico. Mientras más critica sea la
mente, menos oportunidad tiene de ser sojuzgada. Chávez se ha querido arropar
con el manto de Bolívar. No sólo le ha puesto el nombre de bolivariana a la
República, sino que también pretende que su movimiento es bolivariano, que sus
ideas son las de Bolívar y que él va a reactualizar la gesta del Libertador.
Bolívar era un aristócrata y se habría escandalizado de Chávez.
—¿Era racista?
—No, pero era un hombre de su época. Poco antes de morir, en
una famosa carta le dice a Juan José Flores que le horroriza que seamos
víctimas de tiranuelos de todos los colores. Fue profético. Hugo Chávez se
vanagloria de ser indio y no pone tanto énfasis en ser negro. El único problema
es que el único antepasado que él nombra, y de quien se enorgullece, es el
guerrillero Maisanta, un criollo catire, que parece que fue un verdadero
padrote. Las actitudes xenófobas de Chávez son evidentes. Todo racismo es
peligroso y perverso en sí mismo, independientemente de quien lo sostenga y a
quien se le aplique.
—¿Por qué el
venezolano después de 40 años de aprendizaje democrático aceptó el cambio
ofrecido por Chávez?
—La democracia falló en el desarrollo integral de la
población. No integró suficientemente a las clases más necesitadas y no logró
transformar a los marginales. Un problema que es económico, pero también social
y espiritual. Se ha podido haber hecho más; la prueba es que se hizo un Estado
de Derecho. No era perfecto, pero existía un congreso bicameral, como debe ser
en una república federal, de vida sosegada, próspera y sensata. Con el mito
revolucionario se destruyó todo.
—Los voceros del
régimen repiten que hay absoluta libertad de expresión y que tampoco hay
presos.
—Es una libertad amenazada. Cuando la prensa empezó a
criticarlo de manera sistemática, Chávez se dirigía a los dueños de los medios
y les decía: fulano, yo te conozco, yo sé quién eres. Algo insólito. Eso no lo
hace el presidente de Estados Unidos ni el de Francia, a menos que sea Le Pen,
un hombre que le pega a su mujer. Ha habido libertad, pero no ha sido una
libertad pacífica. No. La violencia verbal termina siendo violencia física. ¿Es
legítimo un presidente que da la orden de matar al pueblo?
—¿Los medios
usurparon el papel de los partidos?
—Chávez perdió rápidamente legitimidad. Este no es un
gobierno legítimo. Si uno se encuentra frente a un gobierno tiránico debe
resistir con todas las armas de que disponga. Los civiles no estamos armados,
pero tenemos medios de comunicación, los cuales cumplen un papel eminente. La
prensa puede abusar, pero bendita sea la prensa.
—¿Qué pasó con los
partidos?
—Los partidos perdieron la fe en sí mismos y Chávez, muy
hábilmente, logró rematarlos. Estaban en un proceso que pudo haber desembocado
en un renacimiento, pero él los desprestigió. Creó una matriz de opinión tan
adversa que los propios dirigentes se avergonzaron de lo que eran. Chávez
desarrolló una campaña terrible contra los partidos y contra las personas, aunque
misteriosamente no ha atacado a algunos políticos.
—La sociedad también
se cansó de los partidos...
—No hay democracia sin partidos. Las organizaciones
políticas son absolutamente indispensables. Lo de democracia protagónica no
pasa de ser un nombre.
—Será difícil salir a
manifestar, a participar, sabiendo que allá arriba apunta un francotirador...
—La sociedad promoverá nuevos episodios de resistencia
pasiva. Debe insistir. Habrá nuevas formas de desobediencia civil. No hay
alternativa. Chávez no va a cambiar. Tenemos que resistir. ¿Cuál es nuestro
destino? ¿Acaso nuestro sueño dorado es convertirnos en otra Cuba? Me da un
poco de risa que los órganos internacionales pretendan que en Venezuela se vaya
contra Chávez sólo de manera institucional. Si destruyó las instituciones, ¿cómo
actuar de forma puramente institucional? ¿Era posible salir de Hitler o de
Mussolini con una oposición institucional? No. El método que utilizaron
Franklyn D. Roosevelt y Winston Churchill fue la guerra mundial.
—Diosdado Cabello dijo
que al que no le guste el proyecto revolucionario que se vaya del país...
—Eso fue lo que hizo Fidel, que la gente emigrara para poder
gobernar sobre los más dóciles. Muchos venezolanos se han ido, también se están
yendo decenas de miles de extranjeros. Pese a todo, la gente está reflexionando
y cogiendo nuevamente fuerza. Lo que ocurrió es demasiado grave. Vienen nuevos
episodios. Por ahí hay gente muy burguesa que va a acompañar a Carlos Ortega en
la manifestación del Primero de Mayo.
—¿La salida de Chávez
significa volver al pasado?
—La parte positiva del chavismo es que nos obliga a
reflexionar sobre los marginales, sobre la necesidad de colmar la brecha que
existe entre los sectores sociales. Debemos ser más activos para que en la
población venezolana haya igualdad real y no meramente formal. La situación es
dramática. Chávez ha incrementado la miseria, aunque repite que ha detenido el
empobrecimiento. Todos vemos que ahora hay más pobres. Mucha gente de clase
media está comiéndose un cable. Es enemigo de que haya empresas y de que se genere
empleo. En el fondo, aspira a que seamos un país tipo Haití, para reinar sobre
gente cada vez más ignorante y paupérrima. Después del deslave, no quiso
reconstruir el litoral central. Hubo miles de proyectos y cientos de inversionistas,
pero se opuso. No está interesado en el mejoramiento de las condiciones del ser
humano.
—Creó las escuelas
bolivarianas...
—Son un desastre. En cambio, so pretexto de que es una
institución católica, redujo drásticamente el subsidio a Fe y Alegría, que
ofrece educación de buen nivel a centenares de miles de niños, a un costo muy
inferior al de las escuelas estatales. Hace poco anunció que le dará 140
millardos de bolívares a los círculos bolivarianos. ¿Es legítimo un gobernante
que ofrece financiar con dinero del erario publico bandas armadas como los
círculos bolivarianos, que ya demostraron lo peligroso que son?
—Pidió perdón...
—El problema es más radical, ¿cómo se puede dialogar con
alguien que no rectifique en puntos básicos? Lo que hay son amenazas. Varios
personajes del emeverrismo han insinuado que si no se hacen tales o cuales
cosas, volverá a la violencia. Amenazan con matarnos.
—Pareciera que el
Gobierno, a pesar de su innegable debilidad, disfruta un segundo aliento...
––Chávez ha sido hábil. Hay que respetarle la sagacidad. Sus
metas son de dominio político absoluto, y con una población degradada. Una
perversión. Atemoriza a la gente para
que se inhiba. Acaba de decir, en pleno arrepentimiento, que a lo mejor se
queda en la Presidencia hasta después del 2022. Es totalmente antidemocrático.
Chávez se ha sabido manejar y nos ha impuesto su voluntad durante tres años. La
gente ha tardado mucho en comprender que estaba frente a una revolución verdaderamente
monstruosa.
—¿Habrá diálogo y
rectificación?
—Con Chávez no hay verdadero diálogo, mientras no deje de
ser un líder violento que quiere imponer un gobierno autoritario. Teóricamente
vivimos en una democracia, pero nos está regresando al absolutismo, y eso es
una pretensión tiránica. La gente seguirá protestando, aunque ponga en peligro
la vida. Yo sugiero que meditemos y nos preguntemos qué haríamos sin en lugar
de Hugo Chávez se llamara Stalin o Hitler.
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