Escritos de Eduardo Vásquez

LOS CUADERNOS NEGROS


El pensamiento filosófico fue avasallado y anulado por dos poderosos movimientos: el llamado marxismo-leninismo y el heideggerianismo. El primero, fue instaurado por Lenin. Metía la política propia de una banda de delincuentes en la filosofía: torturas, campos de concentración, genocidio, todo ello ingresaba en el pensamiento. Toda la grandeza del pensamiento se envileció. El pensamiento aún no se recupera de un daño tan descomunal.
El otro movimiento destructivo fue producido por Martin Heidegger. Su obra filosófica (Ser y tiempo) estremeció el mundo del pensamiento. Aparecieron nuevas categorías (o existenciarios) que planteaban un nuevo campo para la concepción que se tenía del ser humano.
Llamó al ser humano Dasein (ser-ahí) para eliminar toda valorización anterior. Ese ser-ahí no tiene propiedades, sino modos de ser específicos. Por ejemplo, lo que es propio de mí, esto es, que la existencia se vive siempre en primera persona; o la mortalidad, esto es, el hecho de que la existencia siempre está habitada por la conciencia de la propia muerte; o la mundanidad (ser en el mundo), el hecho de que el Dasein está siempre ya echado en el mundo. Estos existenciales le sirven de marco a Heidegger para resolver el problema de la condición humana; establece dos maneras distintas de ella: la auténtica y la inauténtica.
La existencia tiene una manera de concebirse por la influencia de la existencia en común. Debido a ella está manejado por el Se (se dice, se hace, se permite) esto significa comprenderse de manera instrumental según el modelo técnico de las cosas que lo rodean.
¿Cómo puede el Dasein tener una comprensión originaria de su ser? Rompiendo todos los vínculos con los otros y confrontando la experiencia más decisiva y más solitaria: la anticipación de su propia muerte. Esa filosofía aportaba una nueva concepción de la condición humana como pura posibilidad de Ser, llamada a confrontarse a la mortalidad como el poder más próximo de cada uno. Fue un nuevo aliento que Heidegger introdujo a finales de los años 20.
K. Löwith nos advierte que todos esos existenciarios fueron comunes a los de los jóvenes nacional-socialistas de esos años. Los defensores de Heidegger siempre sostuvieron que su apoyo al régimen siempre iba acompañado de una condena al antisemitismo y al biologismo racial. Sin embargo, los Cuadernos negros rompen toda duda sobre ello. Entre los que acogieron su tesis de la razón instrumental se encuentran los que vieron en ella una de las críticas más contundentes de la modernidad. Según Heidegger, ella irrumpe con Descartes, cuya metafísica de la subjetividad convierte a los entes en objetos, fijados en su dominio de asignación y disponibilidad. Todos los entes son convertidos en útiles, de los cuales podemos disponer y utilizar. Este fue considerado como un giro, una posición diferente de la de Ser y tiempo. Sin embargo, los Cuadernos negros aclaran que no fue una toma de distancia respecto a su primera filosofía, sino que allí retoma y profundiza los peores extravíos. En ellos adquiere todo su sentido la razón técnica.
La historia, según Heidegger, es la historia del olvido del Ser. Ese olvido se debe a la técnica, en una concepción de que los entes son para manipulados, por la voluntad de poder. En ese campo, las potencias enfrentadas se sirven, una mejor que otras de esa voluntad. Al respecto, escribe Heidegger: “Los modos de pensamiento imperialista y belicista, por un lado, humanista y pacifista, por el otro, no son más que modos de pensamiento gemelos…, en cuyo dominio ninguna decisión ya no es posible –porque sólo representan los retoños de la metafísica. Es por lo misma razón que el judaísmo internacional puede servirse tanto del uno como del otro, proclamar y realizar a uno de ellos como medio para llegar al otro. Esta industriosa fabricación de la historia enreda parecidamente a todos los actores en sus redes” (Cuadernos negros).
Martin Legros, autor del artículo sobre Heidegger y el judaísmo, escribe: “En el momento en que los judíos son perseguidos por todas partes en Alemania, Heidegger moviliza la idea del olvido del Ser al servicio de una satisfacción de la teoría del complot judío mundial: los judíos son descritos allí como traficantes del cálculo, capaces de manipular a todos los actores de la historia, sin que por esto dominen el sentido último de su propia intervención histórica. Dominados por la mentalidad calculadora que el poder de la técnica imprime a la modernidad, los judíos mismos son el producto de una historia a la que creen manipular. En ese mismo cuaderno, Heidegger precisa su pensamiento: “El ascenso en poder provisional del judaísmo tiene su origen en el hecho de que la metafísica de occidente –particularmente en su despliegue moderno– suministra el punto de partida de la difusión de una racionalidad y de un cálculo, carente de contenido, por lo demás que sí encontraron un abrigo en el espíritu sin estar en capacidad de aprehender los campos disimulados donde se toman las decisiones.
Lejos de ser una raza, los judíos aparecen así como un pueblo cuyo espíritu o su cultura, concebido según el prejuicio antisemita, como cultura del cálculo y del tráfico, está en convivencia estrecha con la metafísica de Occidente. Nos son ellos los que crearon esa metafísica, pero usan y abusan de ella con talento. Con ese dominio de la técnica y del cálculo, los judíos se propusieron la destrucción de Alemania. Después de 1945, cuando la destrucción de los judíos de Europa era ya un hecho histórico, Heidegger concluye, en un cuaderno de próxima aparición, que el judaísmo mundial se había esforzado durante doce años de destruir a Alemania, y finalmente lo logran.
Los hechos históricos, dice Legros, son absorbidos en esta logomaquia del pensamiento de la técnica. El nazismo no aparece nunca como una empresa de dominación mundial y racial sobre los otros pueblos, sino como un movimiento de resistencia abortado respecto de la técnica. Y el pueblo judío no aparece jamás como un pueblo perseguido por cuanto encarnaba una alteridad irreductible, sino como un pueblo calculador y dominador. Todo, gracias al concepto de la técnica.

La metafísica en Heidegger es convertida en el albergue de las peores infamias y arbitrariedades. La filosofía es puesta al servicio de la política más infame. Nazismo y sovietismo son dos destructores del pensamiento filosófico. Del poder de liberación que tenía desde Sócrates fue convertida en un poder para avasallar, dominar y aniquilar a pueblos indefensos. 

Heidegger figurará no sólo en la historia de la filosofía, sino en la del fascismo. Inferimos de síntesis (los judíos tienen un plan para destruir a Alemania) que lo que hicieron los nazis contra ellos era en defensa propia. Por otra parte, si lo que hacen los hombres en la historia no se originan en su voluntad, sino por designio del Ser, no hay culpables. El culpable es el Ser. Mi acción no me es imputable y por tanto no soy responsable de ella. Heidegger, Hitler, Himmler, no son culpables. El mayor filósofo del siglo XX elaboró una metafísica para absolver asesinos.

Comentarios

Uf! Denso. No había visto una acusación así sobre Heidegger. Quisiera creer que más bien describió una posible explicación de porqué las cosas estaban como estaban en ese momento: echarle la culpa a alguien de porqué Alemania estaba tan mal. Y ahí estaban los judíos, siempre tan ricos y tan sectarios (no soy antisemita). No sé, habría que conocer su obra en la profundidad que parece usted conocerla para argumentar en contra...
PS: creo que al final quiso decir "absolver asesinos" en lugar de absorber...
Saludos.

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