Diccionario penal 21 DICIEMBRE, 2014 JAVIER MARÍAS A raíz de la nueva edición del Diccionario de la RAE (la 23ª), han arreciado las protestas por parte de colectivos e individuos. Unas, porque no se ha suprimido o modificado tal o cual acepción de una palabra; otras, porque se ha añadido alguna, atendiendo a su vigencia entre los hablantes; las de más allá, porque se han incorporado vocablos aquí inauditos, olvidando que son frecuentes en países que comparten con nosotros la lengua: por ejemplo, “amigovio”, el cual, por desafortunado que en mi opinión resulte, se emplea en la Argentina, México, el Uruguay y el Paraguay. Muchas quejas son ya antiguas y simplemente se redoblan, cada vez con mayor intolerancia, como corresponde a nuestros tiempos. Los judíos se enfurecen por el mantenimiento de “judiada”, que está en los clásicos; los gitanos se manifiestan ante la sede de la Academia exigiendo que desaparezca la acepción “trapacero”, sin tener en cuenta que también se recoge la e