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Las zoquetadas de la Real Academia Española y sus falsas correcciones

Errores y dolores

En recuerdo de Ronald Nava García 


La respuesta del Departamento de Consultas de la Real Academia Española fue muy concisa, sin adornos: “El plural de ‘café’ es ‘cafés’ y el plural de ‘travesti’ es ‘travestis”. Como lo reclamó el defensor del lector en su columna del viernes pasado, en la edición del sábado 14 del diario El Nacional, y en la primera página, aparecieron dos incorrecciones, pero si revisamos con más atención descubriremos que fueron tres, en esas palabras, al menos.
Las faltas se cometen por diversas razones. A veces por ignorancia supina y otras por descuido, y otro montón de causas para las que no valen excusas ni explicaciones. Ahí está el error y también la cara de vergüenza y frustración. Somos culpables de que por grave y grande estropicio el defensor del lector, que tiene en sus alforjas otras materias atinentes al buen uso del idioma y al ejercicio del periodismo, tuviera que postergarlas para referirse a estos asuntos menores pero trascendentes. Rogamos que nos disculpen. Quizás fuimos víctimas de ese segundo de inseguridad que impide tocar el botón correcto a tiempo y que ocasiona tragedias desproporcionadas e irremediables. Lo asumimos.
La palabra “café” es de origen turco y todos sabemos lo que designa: el grano, la bebida que se obtiene y los sitios en los cuales se expende. La planta se llama cafeto. Por terminar en la vocal “é”, una vocal átona, el plural se construye con la simple adición de una “s”. No más. La Nueva gramática de la lengua española y el Diccionario panhispánico de dudas alertan que podrían ser enviados al infierno, y con todos los honores, quienes echen mano a la palabra “cafeses”. Lo asombroso es que también desaconseja el uso de “café negro”, por innecesario y por tratarse de un galicismo. No sé qué pensarían los venezolanos que tanto se jactan de la calidad de sus cafés y de la multiplicidad de maneras de llamarlo –marrón, marroncito, tetero, guayoyo, etc.– si se encontraran con esa disposición muy peninsular y muy poco americana de llamar al “negrito”, no ya “afrodescendiente” –que es otro tema para el defensor del lector–, sino “café solito” o “cafecito solito”, que nunca será tan diáfano, aromático y sabroso como un “negrito” recién colado.
A veces, la Real Academia Española se tarda demasiado en admitir los usos impuestos por los hablantes, y quizás sea la palabra “chévere”, el mejor ejemplo. La incorporó al cementerio de las palabras, como llamaba Julio Cortázar los diccionarios, quizás inspirado en un poema de Gerardo Diego, cuando ya nadie decía “chévere”. Y es a los usos que nos queremos referir. En textos de buenos escritores y entre la población culta es frecuente encontrar expresiones como “los café de Roma invitan a la charla” o “los café de París sirvieron de inspiración a una generación perdida”. Quizás se prefiera indicar el plural sólo con el artículo, y no con la adición de la “s”, como una manera de indicar que se trata del establecimiento y no de la bebida, de evitar la anfibología. El uso determinará su corrección, no la RAE, que hasta hace poco consideraba un atentado contra el idioma la locución “ir a por agua” y hoy aconseja su uso. También era un grave error utilizar el verbo “agredir” en formas que no tuvieran “i” –como “agrede”–, porque era un verbo defectivo. No sé a qué operación fue sometido para eliminarle los defectos, quizás el habla cotidiana hizo el milagro de sanarlo. La Academia también censura la grafía “whisky”, y nos quiere obligar a escribir “Catar”, en lugar de Qatar, con lo que nos desconecta de la magia que entrañan los países de los cuentos de La mil y una noches, y sus nombres exóticos; pero, sobre todo, intuyo que con la grafía que aconsejan los académicos hasta el mejor “güisqui” de malta nos sabrá a lavagallo, y no me quiero imaginar la resaca del día después.
Con el ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre reapareció una vieja discusión. Siendo “talibán” una palabra plural en su idioma original se consideraba un error garrafal agregarle la forma plural del español. Al final se impuso “talibanes”, como antes había ocurrido con “espaguetis”, porque “spaghetti” es plural en italiano. La acotación viene al caso porque por demasiado tiempo los togados de la RAE prefirieron “travestido” y no “travesti” o “travestí”,  Hasta 1984 era error llamarlos de esa manera, pero fue la grafía que utilizaron los diarios por mucho tiempo y que siguen utilizando, ahora con el beneplácito de los académicos. Erróneamente no pluralizamos “travesti” en la edición del 14 de mayo. Estamos apenados, pero por error que el defensor del lector no detectó y que reescribe sin prestarle atención: “trasvesti”, tan feo como “cafeses”. La “s” final apareció descolocada, como si se fuese a escribir “traspiés”, que fue lo que se cometió, y con lo que hemos aprendido otra lección. Gracias, amigo.


Ramón Hernández

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