Doris Wells: Actuar es ser
· La televisión puede hacer una revolución sin armas
· Los artistas no quieren que se metan en su vida privada, pero se cortan un dedo y llaman a los periodistas
· Quiero poder para decidir sobre lo que se va a transmitir en los horarios importantes, para que no le sigan llenando la cabeza a la gente con vanidades necias
·
Ramón Hernández
La pantera cubre
su indefensión con garras, protege sus sentimientos con una piel que se
burla de los dardos y enseña los colmillos para que no le descubran las debilidades de su corazón.
Es un hermoso y misterioso animal con ojos que relampaguean a medianoche en el andar solitario. Doris Wells no es una pantera, pero también ama la
selva.
—Ser actriz no es
actuar sino ser.
Sin la rubia-dorada caballera, sin afeites, sin vestuario exótico ni
poses de artista envanecida, saca una cajetilla
de cigarrillos sin estrenar del bolsillo del pantalón y enciende el primero. Su
voz, su ingenuidad, su sonrisa, sus ojos y sus manos inquietas registran esa mesa de vidrio que le sirve de escritorio y de barrera. Acerca la cenicera a la máquina de escribir, posiblemente
eléctrica y comprado al contado, que
mantiene encartuchada y al
borde de una oración escrita a Dios.
—Es mentira que te
aprende a ser actriz.
No le gusta encontrarse ante sí un muro que solo pregunta y sonríe, que la
desnuda de los ojos hada dentro, que le sigue los pálpitos de su corazón. Tampoco el coquetear gratuito. Le gusta conversar,
pero no ser interrogada.
El muro soy yo.
—La televisión ya
no es un círculo cerrado.
Con medias que
luchan infructuosamente por llegarle a los tobillos y con los bordes azules de
la ira de saberse incapaces, ella cruza las piernas y las mueve, las descruza
y taconea impaciente. Es un rincón con un amplio ventanal, una biblioteca con la
Historia Ilustrada del Arte cariada por el uso y unos cuantos cuadro de
ingenuos haitianos que ella sabe que no son tan ingenuos. Hay un catre vestido con
un tapiz hecho por manos acostumbradas al trabajo y un retrato al óleo de la actriz
calzando alpargatas, La Fiera.
Hay un montón de papeles ordenados y unos rollos de papel con diseños arquitectónico
y unas sillas que invitan a quedarse. Es una casa inmensa, con escaleras de mármol
negro y helechos colgantes en patios interiores y ventanales hacia una piscina
y muebles de estilo y tallas de madera enormes con formas de pájaros selváticos
y desconocidos y un aura de soledad incompartida. Hay un aparato de televisión
y un equipo de sonido, pero no espejos para los retoques de última hora.
—Yo me he
preguntado mucho si soy actriz. Tengo mis dudas. Creo en los dones y en los
elegidos, y eso de ser actriz se trae, y no se desarrolla con técnicas sino con
honestidad. Hacer lo que uno trae sinceramente, con la verdad en
la mano, es ser actriz.
Usa tres anillos y
un montón de pulseras, y una cadena que remata en un corazón al cuello. Actriz de talento y escritora que ordena sujetos y predicados para hablar de los profundas tristezas
de la mujer "que no son iguales a las profundas tristezas de
los hombres", mira a los ojos.
—Empecé a ser actriz cuando
descubrí
que tenía que representar lo que sentía, y qua si no lo sentía, no servía. A muchos
actores y actrices se
les nota que no están siendo honestos con lo
que están representando. Algunos tienen el don; los demás no. Inventaron que eran actores o se lo impusieron pero no lo son. No lo son.
Ella
mira y un corazón empieza a salpicar
ternura; ella ríe y una tempestad se posa sobre su rostro sediento de amanecer. La pantera se desvanece.
—Yo he hecho muchos papeles de
mala, y uno no es uno representando un malvado, sino que uno es el
malvado.
Pero esa mala, esa villana, que llaman aquí es una villana sin razones, sin pies ni
cabeza. El grave error de
las malas que yo hice, y que siguen
haciendo, es que no tienen motivos para ser malas. Nunca te plantea el porqué de esa actitud tan negativa ni por qué creen en la maldad como el
camino de su realización. La mala es
mala por gusto. Pero si el papel de
la actriz es ser la mala, tiene que sentirlo. Yo he sentido odio y todas las pasiones de los personajes que me han
tocado representar. Sin embargo, hay
personajes que no los he podido hacer. No los siento, no se incorporan a
mí.
—¿Cuáles?
—Muchos. Me propusieron un programa especial con Manuelita Sáenz y, lamentándolo mucho porque se iban hacer cosas bellas, no lo hice. Ese personaje
no entra en mi cuerpo.
—¿Por qué?
—La Manuelita que yo imagino no la puedo
hacer porque no está en el libreto ni está planteado y, desde el punto de
vista de la constitución orgánica, no creo que yo tenga condiciones para
hacerla honestamente. Eso es lo que es ser actriz.
—Actor es el que representa cualquier
papel.
—Entonces yo no
soy actriz. Ser actor no es eso, ser actor es sentir el personaje, lo que siente
el personaje en toda su magnitud y expresarlo.
En la calle puede pasar inadvertida sin necesidad de lentes oscuros que
le tapen la mitad del rostro; en la UCV es una estudiante más con su caminar viendo el piso y los libros apretados
al pecho.
—Con el teatro he
tenido mis problemas personales,
la televisión es lo que más manejo y donde encontré el camino de ser
honesta. Y ser honesto como actor es más fácil que difícil, pero los
actores somos pocos exigentes. En la misma medida que a mí me han
dado posibilidades, se las han podido dar a otros. ¿Acaso soy una
privilegiada? No. Yo me he dedicado a exigir y a demostrar que soy capaz de dar en
la misma medida en que exijo. El gremio tiene un poco la culpa de que no
sea tan fácil. Si todos tomáramos una actitud más exigente con la que
vamos a representar, el producto que llegaría al público sería distinto.
Se pone seria,
enseriase, y sus vellos amarillos se crispan de rabia contenida. Se
lleva la mano izquierda a la frente y
con la otra aprisiona el cigarrillo, el tercero.
—Conozco actores
que han rechazado en el Ciclo de Gallegos porque es un papelito muy corto. Eso me tiene enferma. Los valores se han invertido
Decir dos parlamentos en un cuento
de Rómulo Gallegos es más importante
que calarse todo un capítulo de
cualquier telenovela o de cualquier otra cosa que no nos incumba tanto.
Ella, que no teme
que la reconozcan cuando tale a la calle a manifestar su inconformidad con un letrero en ristre, ella que
fue la señora de Cárdenas,
esa revolución, quiere que su gremio tome conciencia, "una actitud ante lo que representa tu trabajo".
—La gente cree lo
que nosotros decimos, eso es demasiado importante. La gente está
ávida de nuestras vidas, de nuestros chismes, de todo. Esa es una
responsabilidad muy grande y el actor o la actriz debe escoger muy bien qué
es lo que va a decir. Hacer telenovelas es un camino que hay que recorrer.
Sería necio y estúpido llegar de repente a hacer clásicos. La rabia me da
cuando
veo actores y actrices que se quedan haciendo ese camino en las luces, en las marquesinas, en lo superficial. Debería haber un objetivo común entre los actores y actrices, objetivo que saldría solo si tomáramos conciencia de lo que significa y representa
ser actor.
—¿Y con conciencia habrá mejores libretos?
—Sin toma de conciencia no habrá quien diga que no, que no va a decir tal parlamento que atenta contra nuestra realidad, que busquen a otro que haga
creer eso. Pero no hay conciencia de nuestra responsabilidad como
actores. Eso lo veo, lo huelo y lo siento
porque rechazan un papel en una obra
de Gallegos porque es muy
chiquitico. Señores, los actores
deberían ser un poder y establecer
las pautas para hacer una televisión
digna, decidir sobre lo que se va a transmitir.
—¿Ha ocurrido alguna vez? (Muro de
ironía).
—Sí. La Señora de Cárdenas sé hizo como lo quiso
José Ignacio Ca-brujas y como lo quiso todo el equipo,
independientemente de que el final gustara o no, si era
comercial o no-
Ese molde se rompió.
—¿Se rompió? (Muro
de ingenuidad).
—No siguió
funcionando
porque no hay muchos Cabrujas, o porque hay muchos Cabrujas pero
no
están interesados en escribir. A veces me provoca tomar una cámara y
hacer un llamado: Señor, si usted tiene talento y le gustan las
letras, si quiere
formar parte de la reforma de la televisión en cuanto a
contenido, venga y llene su planilla. Eso es lo que provoca. Venezuela está llena de talentos y de gente
pensante...
—Y muchas
trabas... (Muro realista).
—No, eso también es un mito. Radio Caracas Televisión está contratando gente
nueva a todos los niveles. Los
cuentos de Gallegos son un
testimonio. Todos los que allí trabajan son desconocidos, jóvenes y nuevos. Ya no es un círculo cerrado.
—¿Que te hagan los cuentos de Gallegos es un
cambio? (Muro exigente).
—Es un paso hacia
el camino. Un paso grande. El cambio total, no porque están pasando Rebeca. Cambio habrá cuando todo sea
una armonía de búsquedas y planteamientos nuevos. Yo tengo fe,
el cambio será completo. El paso que dimos con Natalia, con La Señora de
Cárdenas, con La Hija de Juana
Crespo", lo dimos mejorando los esquemas viejos y los esquemas
viejos funcionaron. Este será un paso más grande: nuevos
esquemas, nueva gente y nuevos productos. El nudo es él gremio.
—¿Para
decir qué?
—Cosas ciertas, ya las
insólitas las
dijimos. Ahora hay que enseñar, hay que difundir nuestros
valores y para
eso la telenovela es una maravilla. Yo amo la telenovela, me
encanta.
Es una manera de distraer, de llamar la atención sobre problemas, de cuestionar... Eso
es importantísimo. Se puede cuestionar nuestra situación política, social y económica. Pero no, en Leonela nadie sabía que el dólar había subido ni había INOS ni Aseo Urbano ni pasaban cosas y las que pasaban no
eran nuestras, eran cosas de novela,
qué no pasan ni en Corín Tellado. Las
novelas de Corín Tellado son buenísimas.
Tienen una secuencia y unos engranajes perfectos.
—¿Ve
muchas telenovelas?
—No. A veces, para poder ver hasta dónde llega el elenco y Radio
Caracas; hasta dónde llega el cerebro de Delía Fiallo. Es
divino enterarse.
—¿Qué
siente por Delia Fiallo?
—Que es una comerciante. Una mujer con talento
que escogió ese camino y que tiene una suerte que Dios se la guarde.
Porque para cobrar en dólares, vivir en Miami, mandar los capítulos, pensar que
en Venezuela pueden ocurrir las cosas que vimos en Leonela y que se las representen, es algo que
amerita mucha suerte. Suerte de encontrar actores que no se nieguen a
hacer esos papeles, suerte de encontrar un canal que se las transmita.
Suerte. La tipa tiene suerte. Ella tiene suerte y nosotros estamos sobreviviendo.
Varias veces se ha
retirado de su trabajo de actriz y varias veces a regresado a las luces, al set, a ese
túnel negro con luces
rojas en la entrada que ton las cámaras, ese temblor. Desde 1982
está pagando el noviciado
de ser escritora. "Siempre me propuse escribir".
—Lástima
no haber usado todo el tiempo que gasté siendo actriz en la
escritura. Será muy importante para mi llegar a escribir telenovelas, aún
no estoy preparada.
escritura. Será muy importante para mi llegar a escribir telenovelas, aún
no estoy preparada.
—¿Y le pagan bien?
—No, ¡qué bien me
van a pagar! Me pagaban bien como actriz, como libretista estoy
medio pelandito. Tengo que demostrar que sirvo.
Ella, Doris Buonaffina, natural de Caripito, estado
Monagos, de profesión actriz y domiciliada en un rincón con vista a jardín, piensa
que él país que se sienta
cada noche frente al televisor está subestimado. Ella, Doris
Wells, apellido tomado de algún
ancestro alemán, considera que a la televisión no te ha interesado
la Historia de Venezuela, que
se desperdicia espacio y tiempo con
la violación de Leonela. "¿Quién me puede decir que Leonela identifica a Venezuela
corno país?"
—A Venezuela
tenemos que identificarla sin necesidad de que hagamos una televisión socialista, con melodramas de enamoradas en la fábrica o cortando caña. Nuestra televisión debe ser
dinámica y dar lo que nuestra coyuntura histórica necesita como estímulo.
—¿Y el cine?
—Bien, gracias.
—¿Por el contenido o por lo comercial?
—Tiene que ser
comercial. Le veo un gran futuro, tenemos materia prima. Acabo de
filmar Oriana, una producción
venezolano-francesa, Es una belleza y va a marcar pauta en el cine venezolano.
Es comercial y tiene un planteamiento estético. Aquí se dan créditos con
unos criterios que no
entiendo-
—Por
ejemplo...
—interpreta mi
silencio, pero dar dinero a ciertos guiones es una burla.
La pantera se
pasca por los jardines y descubre una mariposa, la persigue, juguetea con ella
y la deja escapar. El muro protege, el
muro impide.
—El país está
politizado y siento que los intereses de los partidos no son exactamente que
seamos mejores venezolanos. Es política que hace politiquería.
Quien decir algo, Lusinchi ha dado muestras, hasta ahora, de ser un hombre consciente de lo que hace. Es ecuánime y todos sus gestos han sido muy humildes, muy como de verdad. Sus actitudes ante los hechos dan seguridad. Está tajos de la vanidad y eso me gusta
mucho.
—¿Es
feminista?
—Feminista no soy, ¿qué sería esto sin los
hombres? A mí me chocan las feministas porque el feminismo es el machismo a
la inversa: la exclusión del hombre. Lo natural no es la exclusión
sino la pareja. Nosotras, mujeres latinoamericanas, respiramos la opresión de
la bota del macho, y tenemos que mimarlo porque él va a trabajar a la
oficina a buscar el salario; y aunque la mujer traiga un salario, el que vale es el del hombre, porque parece que hasta los billeticos de a cien que trae el hombre son mejores, rinden
más.
Pero estamos despertando, ya hay mujeres ministras demostrando
capacidades. Eso debería ser difundido por las telenovelas.
—Sería
una revolución. (Muro cínico).
—¿No les fascina
una revolución sin armas? Esa es la mejor y para esa revolución
está hecha la TV. Para revolucionar pensamientos, para revolucionar
históricamente. La Señora de Cárdenas fue una revolución en chiquito.
—¿Usted es izquierdista?
(Muro incrédulo).
—Si se trata de una
izquierda y de una derecha, yo soy de centro. Siendo de centro se es
capaz de renunciar, de entender, de discernir... Mucha gente vive
esperando que la llamen, y aquí hay que renunciar para que algo sea
mejor. Pero esa llamada no llega nunca, puras llamadas equivocadas.
—¿Qué
opina de Latinoamérica?
—Que
odio a los americanos. Pienso que mucha de la culpa de nuestra situación
es de nosotros. En la medida que somos tan ajenos, tan extranjerizantes,
en esa misma medida estamos en manos de otras potencias.
Quién tobe con qué
pie, Doris Wells cambió de parlamento y de las ganas de
invadir a Nicaragua que respira Reagan, pasó al farandulerismo de los artistas de TV.
—No
quieren que se metan en su vida privada, pero cuando les nace
un muchacho llaman para que lo retraten, y si se cortan un dedo lo sabe
todo el mundo. No quieren que se metan en su vida privada, pero les
fascina una portada.
un muchacho llaman para que lo retraten, y si se cortan un dedo lo sabe
todo el mundo. No quieren que se metan en su vida privada, pero les
fascina una portada.
—Eso es parte de la profesión...
—Mis grandes
pleitos con Raúl Amundaray se basaban en portadas. Yo no quería
portadas y él se ponía furioso. A mí me encanta salir en la prensa, pero
cuando se justifica. Dicen que soy antipática, pero no se trata de
antipatía, sino que a mí no me gustan las frivolidades. Muchos artistas, porque
no salen en las revistas de farándula, se sienten marginados. Esa actitud
no ha cambiado.
—¿Cómo
podría cambiar?
—Aumentando la
calidad del gremio, la calidad humana. Ese es el mejor freno al
farandulerismo. A mí no me pueden publicar una foto desnuda por una razón
muy sencilla: nunca me la he hecho.
—¿Tiene
algo contra el desnudo?
—No, en absoluto.
Contra la celulitis, sí. Hay mucha celulitis por ahí fotografiada. El
desnudo en el arte, es arte; pero en nuestra televisión es pornografía, nunca
cumpliría los cánones estéticos para llegar a ser arte. El desnudo en las
revistas es vulgaridad. Y si las publican es porque existe el material,
ti existe un Carlos Olivier con un bikini y una cadenita y unas poses que
quieren estimular, habrá el fotógrafo y habrá la revista que publique eso.
Cuando el artista cambie su actitud, ese mismo fotógrafo irá a buscar
otras cosas de mayor interés, quizás vayan a los cerros y denunciarán
tas miserias humanas.
—¿Y
la televisión cambiará?
—Cambiará, cambiará
con las nuevas
políticas de Radio Caracas, y yo tendré algo que ver con eso. Quiero tener poder de
decisión en lo que se vaya a trasmitir en los horarios importantes, en
las telenovelas. Se están haciendo unas telenovelas aterradoras. Esas son
horas cruciales. El noticiero debe ser más temprano, porque es más
importante que le gente esté Informada a que esté viendo y llenándose la
cabeza de vanidades necias. El poder de decisión sería para decir
no, esto no puede ir a esta hora; para buscar ese talento que anda por ahí
ignorado; para decidir con normas que no sean el criterio de unos
funcionarios de turno sino
lo que el pueblo necesita ver, oír,
entender, deglutir y digerir. Quiero
poder para decidir en los programas
dramáticos de Radio Caracas Televisión.
—¿Tiene una fijación
por el canal 2?
—No es fijación, es amor. Yo entré allí desde niña y un sentimiento se fue
cultivando, madurando, superando, orientando y solidificando hasta llegar a ser amor. No es un amor ciego, yo reconozco las fallas de RCTV. Allí
me han soportado, he tenido etapas
insoportables, quizás ellos también
sientan «te amor por mí. Quiero decidir.
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