Víctor
Poleo: “La crisis
eléctrica fue intencional”
Edgardo Agüero - 19 de abril,
2016
“En el pasado hubo desaciertos y corrupción, pero no
hubo destrucción”, afirma el ex vice ministro de Energía, ingeniero
electricista y profesor del posgrado de Economía Petrolera de la UCV
Edgardo
Agüero S.
Víctor
Poleo es ingeniero electricista,
profesor del posgrado de Economía Petrolera de la UCV y fue viceministro de
Energía y Minas entre 1999 y 2001, cuando Alí Rodríguez Araque esta frente al
despacho. Cree que la crisis eléctrica que vive el país fue planificada como un
mecanismo criminal que pretende domesticara los venezolanos.
—¿Cómo
llegamos a esta crisis generalizada?
Los
venezolanos venimos arrastrando la cultura del país portátil de Adriano
González León, que es también el campamento minero de Cabrujas; es decir, un
lugar de paso, y nos ocurrió ser un país con renta petrolera que se hizo mucho
más atractivo para mercenarios, aventureros, cazadores defortunas y predadores
de toda laya, nacionales e internacionales. No obstante, el país siempre ha
cultivado una esperanza de resurgencia. Ahora nos ocupa focalizar el desempeño
de las clases políticas que han usurpado esa promesa. Quisiera referirme a las
corrientes políticas denominadas de “izquierda” en la última parte del siglo
XX, fundamentalmente a la lucha armada de los años sesenta y setenta, porque explica
la razón de ser de muchas cosas. Hugo Rafael Chávez Frías, una maquinaria
verbal formidable, cabalgó con todo su simbolismo esa izquierda histórica;
valga decir, en el rechazo que finalmente se materializó con la insurgencia del
4 de febrero y cuyo lema era terminar con la corrupción y la dependencia, y
reivindicar la soberanía. ¿Qué ocurre? Hoy con ese discurso se podría llamar al
mundo militar y decirles: “Miren, aquí hay razones suficientes para la insurgencia.
Es sorprendente la pertinencia y similitud que tiene ese discurso del 4F con lo
que ocurre en el país ahora.
—¿Fue
un fracaso la IV República?
—El
fracaso es el de toda una sociedad. Las clases políticas tomaron ventaja de
esta suerte de actitud genética de país portátil para reconvertirla en una
esperanza que no cristaliza definitivamente. La renta petrolera en manos de los
gobiernos de turno significó que Carlos Andrés Pérez nos hablara de “la gran
Venezuela”, y que Hugo Rafael, con abundante renta petrolera, nos prometiera que
seríamos “un país potencia”. Es decir, hemos cabalgado de esperanza en
esperanza. En 1974 y luego durante la guerra Irán-Irak, cuando se produce la
segunda oleada rentista, los precios vuelven a subir y el país entra en una
suerte de borrachera rentística que exalta la esperanza. Hemos ido de altibajo
en altibajo, de la exaltación a la depresión, pero nunca vimos un bajón como
este. Durante la segunda mitad del siglo XX, Venezuela construyó el más robusto
sistema eléctrico en Suramérica y tal vez en todo el hemisferio: el Guri, una de las primeras tres represas
hidroeléctricas del mundo y hazaña de la ingeniería venezolana.
—¿El
quiebre de esa esperanza que finalmente derivó en el desastre que padecemos, en
qué momento se produjo?
—Por primera vez en la historia petrolera de Venezuela,
la renta se utilizó para destruir la sociedad y la economía. En el pasado hubo
desaciertos y corrupción, pero no destrucción. Desde Gómez en adelante, en las
distintas oleadas rentistas, el país fue construido y depredado, pero nunca había
sido corrompido, depredado y destruido como se ha hecho con estas experiencias
seudosocialistas con un inmenso flujo de renta petrolera, a 100 y 120 dólares
por barril, unas cantidades que nunca habíamos visto y que fueron derrochadas por
esta clase política, la seudoizquierda revolucionaria.Aquí aparecen dos
personas que en cierto modo son el hilo conductor del relato de lo que ha
ocurrido en estos últimos años: Douglas Bravo y Alí Rodríguez Araque. Douglas,
como referencia histórica, que reivindica la razón de ser nacionalista, y Alí
Rodríguez, asaltante de bancos (el de Coro en el año 1981 y más tarde la
megabanda en Puerto Ordaz), un Alí Rodríguez que es enteramente la antítesis de
Douglas, pero ambos representan mucho a dos izquierdas: una, con respeto al
conocimiento y la eticidad; y la otra, divorciada de la ética y de los
principios revolucionarios. Si algo tiene la izquierda que cabalgó con Hugo
Rafael es un abierto desprecio al conocimiento y un gran apego a la barbarie.
Nunca habíamos estado tan cerca de la barbarie como ahora.
—Rodríguez
Araque es ahora, por segunda vez, el embajador en La Habana…
—La
Habana es el modelo referencial que capturó la mente de Hugo Rafael después de
los hechos de 2002. El 11 de abril el gobierno cae, y las viejas clases
políticas se apoderan monárquicamente del poder a través de Pedro Carmona
Estanha. Un personaje olvidado, Raúl Isaías Baduel, reivindica la institucionalidad,
aunque no restituyó directamente a Chávez en Miraflores, como muchos
erróneamente creen. Baduel nunca quiso llevarlo de regreso a la Presidencia. El
helicóptero que los trasladaba desde La Orchila debía dirigirse a regresar a
Maracay, no a Caracas. Chávez estaba caído, había renunciado y, por tanto,
había suficientes razones para abrirle un juicio. Es por esto que luego Hugo
Rafael toma la retaliación y lo encarcela. A partir de 2003, Chávez cae en
manos de La Habana. Es entonces cuando se entrega la izquierda militaroide o
militarismo izquierdoso y es atrapado el destino del país por La Habana. Alí
Rodríguez es la antítesis de un genuino pensamiento de izquierda. El
entreguismo de Alí a La Habana conllevó tanto la entrega de la industria
petrolera y su consecuente destrucción, como de la industria eléctrica. Alí
Rodríguez Araque es el padre de la destrucción. Fue el ministro de Energía
durante los dos primeros años del gobierno de Chávez. Alí presumía conocer la industria
petrolera y conoció algo de la eléctrica. Con los hechos de 2002, trepa a la
presidencia de Petróleos de Venezuela, pero dos años antes, había traído al
Ministerio de Energía a un personaje desconocido: Rafael Ramírez, hijo de Rafael
Darío Ramírez, que fue un compañero suyo de la lucha guerrillera. Este muchacho
más tarde se convertirá en el ministro de Energía. Alí pasa dos años al frente
de Petróleos de Venezuela y descapitaliza de conocimientos la industria.
Gústenos o no, 20.000 profesionales, especialistas en áreas de la ingeniería, geofísica,
refinación, especialmente capacitados, una acumulación de cien años de
conocimiento, son execrados de la industria. Es el mayor daño que se le pudo
haber hecho a la República, porque si un país que está montado sobre la
industria del petróleo le quitas el conocimiento, la dejas descerebrada. En
2010, Alí Rodríguez pasa al ministerio de Electricidad y entonces ejecuta el
mandato de fusionar en Corpoelec 14 empresas eléctricas, entre públicas y
privadas, que suman cerca de 120 años de trayectoria. Era una industria
eléctrica muy sana, con problemas de ineficiencia, ciertamente, y con distintas
ingenierías regionales. Entonces se comete la segunda gran agresión en contra
de la industria de la energía: se metieron en un mismo saco 14 escuelas
distintas. No es lo mismo producir electricidad a partir de las aguas del
Caroní, que a partir del gas en el Zulia o el fuel-oil o el diesel en Margarita.
Rodríguez cometió otro serio error: trajo a Ramiro Valdés, un cubano que hoy es el
tercero en la nomenklatura del la isla. A Ramiro Valdés en 1959 le encomendaron
junto al “Che” Guevara los fusilamientos en La Cabaña. Valdés fue más tarde el
jefe de la inteligencia cubana y ministro de Electricidad, pero el sistema
eléctrico cubano es un sistema anclado en los años cincuenta, cuya fórmula
consiste en una planta pequeña para cada pueblito.
—¿Qué títulos tenía Rafael Ramírez para ocupar
posiciones de tanta relevancia?
—Ninguno.
Fue un ingeniero gris en Inelectra, así lo dicen sus directores. No obstante,
allí se quedó más de 10 años, y a la vez maneja Petróleos de Venezuela, cuyo
presidente es su mentor Alí Rodríguez. En ambos se concentran las estafas
políticas. Hugo Rafael tuvo en Rafael Ramírez a su cajero bancario
personalísimo. De allí su larga permanencia e inamovilidad, pero también su
gran responsabilidad histórica en el manejo de la renta petrolera. Serios
indicios de estafas por concepto de plantas eléctricas apuntan hacia él y
personajes como Nervis Villalobos, ex viceministro de Desarrollo Eléctrico, y
Javier Alvarado, que son los que aparecen en el caso Andorra con Sierra y
Rincón. Quién autoriza que se pague tres veces una central termoeléctrica es
nada menos que Rafael Ramírez. Hay pruebas. Estuvimos en la Asamblea Nacional y
fuimos bien enfáticos, pero tengo la sensación de que los diputados aún no han
entendido la dimensión de la crisis.
—¿La
crisis eléctrica es más terrible de lo que parece?
—El
alcance de la tragedia eléctrica está todavía por dimensionarse en sus implicaciones
sociales, económicas y política. Una sociedad que tenía un grado de bienestar
razonable y de pronto comienza a soportar racionamientos de 4, 6 y 8 horas,
¿qué efecto psicológico sufren sus habitantes? El efecto de ser domesticado o
amaestrado. El mensaje es: No vas a tener electricidad, pero cuando llegue será
un alumbrón como en La Habana, te vas a sentir gratificado. Este es un
mecanismo criminal, pauloviano, con el fin de domesticar, de condicionar una
determinada respuesta. Es una crueldad con libreto, dirigida, con una intención
expresa. Alí Rodríguez, comandante Fusto, despedió 20.000 profesionales de la industria
petrolera sin que le temblara el pulso. Eso era irrelevante para él. También
destruir la industria eléctrica venezolana le era irrelevante. La crueldad viene
de La Habana. Lo mismo ocurre con las colas. La gente no tiene tiempo para
pensar y organizarse cuando debe conseguir algo de comer, se desmoviliza. Al desmovilizarla
políticamente, la anulas. Aquí se aplica la ingeniería social para estrangular
la sociedad. Con poca o muy mala alimentación, la gente es más vulnerable,
menos lúcida y ve mermada seriamente su capacidad de respuesta. Yo no puedo
asegurar si Hugo Rafael estaba consciente, pero no es descartable pensar que La
Habana le dijera: Mira, tenemos una fórmula para mantenerse en el poder más de
50 años. Es “ingeniería social” les ha dado resultado. Después de 17
años el país está endeudado y arruinado. La renta petrolera sirvió para “pagarles”
a los cubanos 100.000 barriles, que no son poca cosa para un país estancado
económicamente, que no tiene parque automotor ni industria eléctrica. Las
memorias del Banco Central de Cuba coloca como primer rubro de exportación
cubano, no la caña de azúcar, sino el petróleo, pero con la particularidad de
se trata del petróleo que les enviamos desde 2003. Los cubanos viven de revender
petróleo venezolano. Más o menos así ocurre con la triangulación de los bombillos
ahorradores y la compra de planticas eléctricas.
—¿Cuán
los militares tomaron el control del sistema eléctrico?
—La
conducción del Sistema Eléctrico Nacional se desprofesionaliza y militariza a
partir de 2005. Con gente incapaz no se puede generar ni un kilovatio hora.
Entonces las culpas apuntan a un general: Motta Domínguez, que no es más que un
accidente histórico, un ser que no tiene idea de por qué ocurre lo que le está
ocurriendo, y el teniente Jesse Chacón, que no resolvió nada, pero sí supo
hacer negociados en los tres años que estuvo al frente del Ministerio. Pero, al
final, todo conduce hasta el primer ministro de Energía: Alí Rodríguez.
—¿En
qué estado se encuentra al mantenimiento de las plantas hidroeléctricas?
—El
mantenimiento de plantas como Tacoa o Planta Centro es un asunto de ingeniería
convencional, no se trata de enviar hombres a la luna. Son tuercas y tornillos
que debe estar bien apretados, calibradas las calderas, y que los ejes funcionen.
¿Por qué no funciona Planta Centro desde diciembre?, ¿por qué no funciona Tacoa,
la planta que era de la Electricidad de Caracas? Por la intención manifiesta de
dañarlas, desde luego.
—Hablemos
de la crisis eléctrica de 2008…
—Fue una coartada para comprar plantas
aquí y allá, así es como la revolución o las clases políticas y militares hicieron
dinero con sobrefacturación. Los agentes intermediarios, los que en derecho
penal serían los funcionarios en colusión, fueron los Derwick, muchachitos que
sin ninguna idea de lo que es el sistema eléctrico venezolano, pero con muchas
agallas, se prestaron para comprar plantas eléctricas con el fin de “blindar
Caracas”. Estábamos en emergencia eléctrica, algo que nunca habíamos conocido, pero
era una emergencia eléctrica intencional. Había mucho dinero y a través de
Javier Alvarado, que es el presidente de la Electricidad de Caracas y padre de
uno de los chicos Derwick, se “enteraron” de que había una crisis eléctrica, “que
sería un buen negocio comprar y vender plantas”. Compraron 12 plantas por 5.300
millones de dólares, de los cuales el sobreprecio es de 3. 200 millones de
dólares. El procedimiento es sencillo: ellos compran fuera plantas de segunda y
tercera mano y las venden aquí como nuevas, pero las plantas no funcionan o
funcionan un ratico. Vienen con desperfectos o daños ocultos. En muchos casos
es chatarra maquillada, un viejo modus operandi para esquilmar los dineros del
Estado. Hubo plantas compradas a Pdvsa con un sobreprecio de 1.200 millones de
dólares y que finalmente le son vendidas al ministerio que dirige Rafael
Ramírez.
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