La gran mentira de la objetividad que enseñó Díaz Rangel

Manipulación mediática

En el periodismo que se ejerce en los diarios con credibilidad, sean locales o de gran tirada, hace mucho tiempo que se descartaron las encuestas volanderas, esas que los reporteros hacen al azar, que le preguntan a la primera persona que encuentran opinión sobre el tema del día, el asunto del que todos los medios informan, sea un sangriento asesinato, una palabra mal dicha por el presidente de la Academia de la Lengua o cualquier hecho que haya conmocionado a la opinión pública.
Por asuntos del azar, una persona desconocida y sin calificaciones empíricas ni académicas se convierte en vocero “de la gente común”, “del pueblo” y hasta “de la ciudadanía” en los asuntos más serios, complejos y especializados. Como intervienen tantos factores distintos del azar, como la subjetividad y “necesidades” de variada índole, esas opiniones volanderas no tienen ni se les da ningún valor, ni siquiera referencial. Son más un recurso gráfico que informativo, adornos, “muñequerías” como los denomina V. H. Rodríguez, en la redacción de El Nacional.
Los defensores de las encuestas volanderas aducen que le agregan un “factor humano” a textos que serían muy áridos para los lectores; que el testimonio de un enfermo de cáncer sobre cuánto le ha costado encontrar las medicinas informa más que las cifras de escasez. Obviamente que sí, es más demoledor. La diferencia es que habla un afectado, una víctima. Es periodismo.
Pero es manipulación politiquera e irresponsable cuando en la primera página del pasquín que derivó en órgano oficial del PSUV publican la foto de una septuagenaria con un cartel en el que llama gusano a Obama en nombre de una comunidad de pioneros (niños en proceso de adoctrinamiento); o cuando en el otro pasquín, en el que ni el director sabe quién es el dueño, aparece otra de la tercera edad quejándose como “estudiante” de la poca variedad de comida que ofrece el comedor universitario de la UCV.
En los panfletos en los que predomina la “necesidad” de hacer propaganda política sobre la responsabilidad de informar, las encuestas volanderas son el menú principal de la pauta “periodística”. Los asuntos más importantes se dejan en boca de los que menos saben, para que puedan decir las barbaridades que quienes controlan el poder piensan pero no se atreven a decir, porque –como le pasó a Roy Charderton “con el ruido que hace la bala al atravesar la cabeza hueca de un escuálido”– escandalizarían hasta a la madres que los parió. Regalo, por inútiles, los apuntes de las clases en la UCV de Eleazar Díaz Rangel y otros éticos

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