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Luz en botella y estupidez por barriles

Los inútiles profetas del silencio

Ramón Hernández

He revisados antiguos libros de alquimia y también los más recientes tratados de Física en sus versiones más avanzadas y revolucionarias, en los que se aborda la transmutación de la materia sin pena; también he repasado textos esenciales de Frank J. Tipler y algunas de las referencias que Miguel de Cervantes hace en Don Quijote a la cocina manchega, pero con otros fines. En ninguno encontré luz sobre la catástrofe que se nos viene encima ni paliativo alguno para sus consecuencias.
Me niego a pedirle a Alá que llueva, como aconseja de buen corazón la ministra de Relaciones Exteriores y vicepresidente de asuntos internacionales de Pdvsa, Delcy Eloina Rodríguez; y a agradecerle al dios de los católicos el sufrimiento que nos aguarda tan pronto la represa de Guri llegue a su cota de tragedia. No por obcecado ni torrontudo, que es como la Academia Canaria de la Lengua define a los obstinadamente tercos, desconfío de la Providencia, sino por praxis cotidiana. La experiencia más reciente, cuando Nicolás Maduro anunció con la misma certeza que un matemático recita la tabla del 10 que “Dios poveerá”, y mira que han pasado días y noches y cada vez estamos menos provistos. Dios no proveyó. Hay mucho menos de todo y las colas crecen casi a la misma velocidad que la deuda externa venezolana.
Mis consultas a físicos y alquimistas tienen una razón práctica: deseo guardar electricidad, pero no en pilas sino en las botellas vacías de whisky que desechamos cuando éramos los principales consumidores de escocés en el mundo. No dudo que con algo de ingenio y mucha suerte podría trasplantar la técnica de la ministra de Agricultura Urbana y llenar de corriente alterna millones de envases de vidrio. Todo indica que nos quedaremos sin los 8.000 MW que genera la represa que una vez llevó el nombre de Raúl Leoni, que sí fue un presidente obrerista. Como las termoeléctricas no están en condiciones se suplir esa cantidad de energía, pese a los miles de millones de dólares que fueron asignados para tal fin, embotellar energía sería la alternativa para no quedarnos a oscuras, apagados, y sin poder sintonizar las cadenas de radio y televisión.
Lejos está de mí presagiar desastres o profetizar cataclismos. Siendo un consecuente lector del Diario Vea y de Últimas Noticias, especialmente en esta etapa en la que se ha impuesto el periodismo tipo cajita feliz, no puedo ser sino optimista, como lo son los fieles creyentes del socialismo y demás guilindajos. Mientras en las páginas web y en los pocos medios independientes que quedan se atormenta a la colectividad con la noticia de los 28 mineros masacrados en Tumeremo y las denuncias de los familiares sobre los atropellos de policías y militares, los medios del oficialismo guardan un sano silencio. Apenas en la última página del rotativo que inspecciona Eleazar Díaz Rangel aparece al descuido una referencia somera y superficial sobre el hecho, sustentada en la versión del gobernador: “No ha ocurrido nada ni hay indicios de nada”; como nada publicó Vea  y casi nada reportó El Universal. Mereció más espacio la extradición de Rafael Esquivel a Nueva York y que María Sharapova admitiera que desde hace más de 10 años  consume el medicamento Meldonium. Sus ejecutivos editoriales consideraron que eran noticias de más interés para los lectores.
Ninguno de los que ahora aparecen tan circunspectos, tan yo no fui, detrás de sus despachos de burócratas, sean comunicadores en ejercicio o funcionarios prestos a retirarse, incluido ese baluarte de la poesía “rebelde” que es Tarek Williams Saab, ahora más ajeno que nunca al periodismo que publica “masacres de mineros”, mantuvo ese silencio cómplice cuando en 1988 aparecieron las primeras sospechas de lo que se conoce como la “matanza de El Amparo”, en la cual, como en Tumeremo, sobrevivieron dos de las víctimas del ataque y lo contaron todo.
“El periodismo cajita feliz” puede publicar sin pena, como si se tratara de un hecho comprobado en los laboratorios del IVIC, que “Chávez vive en el corazón del pueblo”, en letras bien grandes y como único titular bandera. Tal afirmación no merece comprobación, sea mediante una encuesta científica o una consulta volandera, pero un hecho de sangre y de mucho dolor, que ha mantenido a la población de Tumeremo en vigilia, de la cual hay testigos y dolientes, no se publica una letra, no se le da el beneficio de la duda ni siquiera se pide investigar hasta las últimas consecuencias. Solo el PPT, que carece de medios, admite que hubo un hecho criminal; pero eso sí, lo cometió la oposición, “la derecha” para sabotear la puesta en marcha por Nicolás Maduro de los catorce motores productivos. Vendo tinta invisible, mejor que la autocensura.

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