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¿Militares o políticos armados?


Sería valiosísimo despojar de exageraciones “batallas” inexistentes entre civiles que se adueñaron de rangos militares que nunca existieron

  Thays Peñalver

Esta semana en su prestigioso programa de radio Cesar Miguel Rondón me hizo la pregunta sobre ¿Cómo llegue a la conclusión de que no hemos sido gobernados por militares, sino por políticos armados? La primera parte de la respuesta, proviene de nuestra propia educación. Para muchos venezolanos no hay nadie más importante en la historia como “mi general Castro” el “gran patriota” y prócer antiimperialista famoso por su aún más célebre frase: “la planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la patria”, o éstos “Mi general Gómez” “El Gran Pacificador” o “Mi general Pérez Jiménez el gran constructor de Venezuela”. Es la historia patria llena de “generales” y “militares” que han gobernado 160 de los 200 años desde la independencia. Pero dos verdades se esconden detrás de esa gigantesca mentira histórica, la primera es la inmensa cobardía de los políticos civiles venezolanos, la segunda que ninguno de estos militares era un verdadero “general” porque la historia venezolana, la real, ha sido siempre una confrontación entre los políticos desarmados y los políticos armados, engrandecida por los “intelectuales” de cada época, esos aduladores de oficio que abundaban en las “cortes” de los mini emperadores venezolanos.

“Mi general” Cipriano Castro era simplemente un administrador que a los 32 años (viejo para la época) no había visto un uniforme militar y se alzó, una vez nombrado diputado, como se alzaban los políticos de la época contra sus vecinos y la verdad es que a los 41 años jamás había pisado un cuartel o comandado más que a sus propios campesinos o miembros de su partido político en el que todos estaban armados de machetes y pasa a la historia nada menos que como el “Padre de la Guerra relámpago” (autores varios) “emulada por la Blitzkrieg de la Wehrmacht alemana en la invasión de Francia” (para la vergüenza de todos en Wikipedia). “Mi general” Gómez jamás fue general porque a los cuarenta años lo único que había hecho era pastorear y fue nombrado Coronel en un solo día y jefe de logística, porque regaló las vacas necesarias a su compadre que estaba alzado contra su ex mejor amigo.

Estas gentes no eran, ni fueron, ni son militares (mucho menos generales), eran civiles miembros de partidos políticos, gobernadores civiles, diputados y senadores que dirimían sus conflictos como en el lejano oeste de las películas. Y por eso la “guerra relámpago” de estas gentes no tuvo jamás contraparte militar porque la crisis económica, en un país muy pobre, había hecho desbandar a los cuatro gatos oficiales y tropas porque no había como pagarles un salario. Por eso “la Blitzkrieg” de Castro no tenía las 141 divisiones alemanas que invadieron a Francia, sino más o menos sesenta civiles armados de los cuales la mitad iban a pie y por eso tardaron en llegar unos meses sin que nadie los detuviera, con la salvedad de tres diputados y un senador que también se armaron en su momento para evitar que los políticos “del monte” llegaran a Caracas.

Sería de extraordinario valor, para la reeducación de los venezolanos, comenzar a despojar de exageraciones esas famosas “batallas” y aprovechar ese momento para desenmascarar algunos rangos militares que nunca existieron y explicar cómo fueron en realidad, un duelo entre el diputado Castro y el senador Morales, o contra el farmaceuta y senador Rolando, el profesor y diputado Peñaloza, el médico y diputado Garbiras, el Abogado de la Sorbona de Paris y gobernador Pacheco o contra el empresario y banquero Matos, que en verdad fue lo que ocurrió. Porque el venezolano ha sido confundido toda la vida por “batallas” entre “generales” cuando en realidad se trataba de peleas entre miembros de partidos políticos dirimiendo sus ideologías a punta de pistola y en mucha mayor proporción con machetes, porque no había dinero para armarlos. Porque las exageraciones de gigantescos ejércitos “con artillería de montaña” peleando en Tovar, en realidad se traduce en pelea a machetazos y piedras. Y los cuentos como los del “general e intrépido jinete que cayó abaleado al galope” más bien contaban la historia de un profesor, diputado, de casi 80 años que ya no podía ser intrépido, ni montar a caballo, ni mucho menos ser general.

De hecho, “los ejércitos libertadores” de las “revoluciones libertadoras” jamás existieron porque se trataba de hombres reclutados bajo la promesa de dinero, dinero que buscaban al llegar a Caracas y que encontraban en las aduanas y en el tesoro de la nación. Por eso Castro al llegar a Caracas y encontrarse con el tesoro seco, mandó a meter presos a los banqueros hasta que le “prestaran” el dinero para pagarle a su “ejercito libertador” lo prometido, a costa de la educación o de la salud del resto de Venezuela. Así como hoy, vinieron a cobrar y los empréstitos que debieron ser utilizados para desarrollar a Venezuela se los robaron, eso fue suficiente para convertir al hombre en un gran patriota y muchos celebraron, también como hoy porque esa es la desgracia de los venezolanos y una patética confirmación de lo que somos en verdad. El drama es que así fuimos educados, con historietas llenas de políticos armados contra los civiles desarmados que paradójicamente, por la vía de los votos siempre ganaron para ser depuestos en muy breve tiempo, por los primeros. Mientras la visión de país siga siendo tan pequeñita, será imposible diseñar y construir para el futuro una gran nación.

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