Fracaso monumental
Ramón Hernández
@ramonhernandezg
Nunca Venezuela
había sido más capitalista que ahora. Ni siquiera en la dictadura desarrollista
de Marcos Pérez Jiménez, cuando el padre y el tío de Jorge Giordani, que se
habían salvado de la persecución de Mussolini y de Franco, se enriquecieron
como albañiles en las obras públicas del gobierno. Entonces era relativamente
fácil ganarse varios millones en un contrato, bastaba entregar 5% del monto al
teniente coronel a cargo del proyecto. No había que pasar por tantas alcabalas
como ahora, y todas de 30%.
El “presidente
constitucional” tenía mucho poder, pero no había un Diosdado Cabello ni Pedro
Estrada era el máximo jefe del Congreso, con autoridad para quitar y poner los
diputados. Entonces el PCV era clandestino, lo mismo que AD, y se ocupaba de
intentar desplazar la camarilla militar en el poder, no de controlar el reparto de bienes subsidiados o
de exigir la administración de alguna empresa básica.
No existía un
capitalismo salvaje, sino un populismo moderado e importador. Se empeñaba en el
progreso individual y no construía casas para pobres, como equivocadamente
después hizo AD, con la vivienda campesina, y más tarde la revolución chavista
que enfocó la meta todavía más abajo, con las gavetas para meter pobres, como
las bautizó Fruto Vivas, de la Misión Vivienda. Compárelas con un apartamento
del 23 de Enero.
Nunca los pobres, la
clase media y los funcionarios habían estado tan acogotados como ahora por la
ley capitalista de la oferta y la demanda. El desequilibrio entre los dos
factores, enervado por la demolición de los medios de producción, no solo por
desconocimiento de la teoría económica, sino además, y sobre todo, por la incompetencia
gerencial de los cuadros partidistas, la rampante corrupción y la desidia
generalizada, ha llevado a que ahora se importe casi todo lo que antes se
producía y hasta se exportaba. Cuando algo escasea, su valor de cambio aumenta
exponencialmente sin importar que 20.000 milicianos inspecciones los comercios,
Marx dixit
Esta tragedia que la
pésima actuación de Maduro ha empeorado fue anunciada hace más de doce años. Lo
sabían los economistas y los expertos petroleros. Por eso no sorprendió a Arabia
Saudita ni a Qatar. Ahora el pozo petrolero es hacer cola en los supermercados para
comprar artículos que se fabrican a pérdida y venderlos hasta diez veces su
valor. Un negocio tan productivo como entregar dólares preferenciales a
terceros. Haga su cola, no pierda la paciencia, quizás llega café.
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