El Tejado Roto
Oro impreso en verde
Ramón Hernández
@ramonhernandezg
Algunos sueños no prescriben ni pasan de moda. Hubo un
tiempo en Caracas en que con cierta regularidad aparecían noticias que
registraban el hallazgo de botijas colmadas de morocotas, que era como se
llamaban las monedas de 20 dólares acuñadas en oro y que eran de libre
circulación en el país. La primera remesa llegó durante la dictadura de José
Tadeo Monagas, que le puso tan singular nombre por encontrarle parecido al
color del pez morocote o cachama blanca.
Cuando derribaban las casas más antiguas de la ciudad, podía
ocurrir que apareciera uno o varios envases de barro cocido repletos de
morocotas, que según la ley pertenecían al dueño del terreno, no a quien los desenterrara.
Quedaba a criterio del propietario de la parcela compartir el tesoro. Con el
tiempo se supo que muchos de estos entierros no eran sino una manera de
“blanquear” dineros mal habidos. En el régimen perezjimenista abundaron y para Últimas Noticias siempre fueron noticia
de primera página. Al humilde obrero que había hecho el hallazgo le publicaban
una foto que lamentaría el resto de su vida: le ocasionaba problemas con
amigos, conocidos y familiares que lo increpaban para que compartiera su buena
fortuna.
Aunque en Caracas se mantiene un espectacular desarrollo
urbano, ya no de edificios públicos ni corporativos sino residenciales, donde
ayer hubo un par de quintas hoy levantan una torre de lujos y derroches, no
aparecen entierros ni botijas. Ahora los dólares se encuentran de otra manera. Para
recibir abundantes dólares a 6,30 basta tener el permiso del gobierno revolucionario
para traer reses de Colombia. La trampa es traer mucho ganado y solo mandar al
matadero unas pocas cabezas. El resto se devuelve por los caminos verdes y se “compra”
en la próxima liquidación de Cencoex. El mejor negocio del mundo. Vendan el
dólar al precio que sea, todo es ganancia. Tremenda botija, verde militar por
fuera y verde dólar por dentro.
Los avispados de la Asamblea Nacional que se valen de las
abundantes comas mal puestas en el texto constitucional para torcer su espíritu
no ven ese peñón del tamaño del Orinoco, ni los fajos con los que su
“camaradas” les pagan el consumo en los bares de Las Mercedes. Nada que investigar.
Todo está normal, no hay carne en Quinta Crespo ni en el Gama, tampoco en la
calle Las Piedritas. Vendo envase de plástico, a prueba de agua, para enterrar
billetes de oro verde, como en las fincas de Apure y Barinas.
Comentarios