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Eduardo Vásquez: Este gobierno es estalinista

El país como oficio / 

Eduardo Vásquez: Este gobierno es estalinista


  • Yo creo que lo sano aquí sería decir que el “proceso bolivariano” no tiene nada que ver con el socialismo, sino que es puro estalinismo, la dominación de un grupo que carece realmente de propósitos socialistas. Usar la palabra socialismo para referirse al chavismo es desprestigiar el socialismo

 Ramón Hernández


A Eduardo Vásquez no le gusta llamarse filósofo, aunque ese sea su título y su razón de vida. Prefiere decirse ensayista, un hombre que al contrario de los filósofos, no tiene respuestas, aunque le abunden las inquietudes. Profesor jubilado. Es el precursor de los estudios sobre Hegel en Venezuela y un divulgador de las ideas revisionistas del marxismo que convirtieron a Lucien Goldmann y a Georg Lukacs en perseguidos del stablishment comunista.
—La destrucción es la filosofía de Chávez.
Mecánico egresado en la Escuela Técnica Industrial que dirigió Luis Caballero Mejías en la sede del viejo leprosario de Puente Yánez, se doctoró de filósofo en la UCV, de la mano de Juan David García Bacca y, fundamentalmente, de las propuestas del idealismo alemán. Venezolano nacido en Martinica, de padre exilado del gobierno de Juan Vicente Gómez, sus ex camaradas le crearon fama de adeco, cosa que nunca fue, y mucho menos copeyano.
—Nadie quiere oír hablar de socialismo, una doctrina que es humanista y de liberación del hombre, porque la experiencia soviética identificó marxismo y socialismo con estalinismo. Se vincula a Marx con lo que fue la Unión Soviética, con Stalin. Ellos antes, Chávez ahora, han hecho casi imposible el socialismo.
Fue profesor de la Escuela de Periodismo de la UCV y conoció la persecución ideológica en los pasillos y cafetines de la Facultad de Humanidades y Educación. Lo llamaron revisionista, traidor y también vendido. Con una gran pancarta en las antiguas residencias, el PCV, que seguía línea de Moscú, lo sometió al escarnio público y a la ira estudiantil. Tiempos de renovación
—El lenguaje de Chávez es de negación absoluta, de destrucción. Todo lo que encontró es malo, corrompido y hay que destruirlo. Dicen que ese es su estilo. No, no es su estilo; es su filosofía: la negación de la libertad de pensamiento. Los colaboradores de Chávez son estalinistas y el gobierno bolivariano es una repetición del estalinismo que condujo a Rusia a ser hoy el país europeo con más problemas: el que tiene más mafias, más corrupción, más contaminación. Una herencia de Stalin. En Venezuela teníamos un proceso en marcha, como diría Hugo Chávez, y él lo destruyó. La solución era fortalecer las instituciones, pero prefirió destruirlas. Nada de lo que ha creado funciona, nada.
—¿Cual es la diferencia entre marxismo y estalinismo?
—Los estalinistas son enemigos de los derechos del hombre, de toda libertad. Socialismo es, justamente, la realización y defensa de los derechos del hombre: el derecho a la educación, al trabajo, a la asistencia médica, a la libertad de pensar. El pensador francés Claude Lefort dice que los derechos del hombre son una adquisición histórica que va más allá de la sociedad y de la ideología. Son algo inscrito en el hombre mismo, y la mayor resistencia que puede haber contra la tiranía. La libertad de prensa es una resistencia a la opresión.
—¿En Venezuela se impuso el estalinismo?
—Sí.
—¿Eso explica el batiburrillo ideológico del proceso revolucionario bolivariano?
—Eso no está definido en ninguna parte. Yo no conozco un papel en el que Chávez señale lo que va a hacer. Solamente repite que defiende la Constitución. La Constitución, empero, consagra los derechos humanos. Uno de ellos es la educación, ¿acaso ha construido alguna escuela?; otro, es el derecho a la salud, ¿qué ha hecho con los hospitales? No basta con que defienda la Constitución, su deber es hacer realidad los derechos.
—¿Chávez está haciendo la revolución que anunciaban los manuales que repartían J. R. Núñez Tenorio y Guillermo García Ponce: la simplificación del marxismo?
—El marxismo soviético empobreció y desfiguró la dialéctica. En la Unión Soviética no hubo realmente una revolución sino un golpe de Estado perpetrado por un pequeño partido que se hacía pasar por marxista y que se apoderó de los símbolos del marxismo. Yo creo que lo sano aquí sería decir que el “proceso bolivariano” no tiene nada que ver con el socialismo, sino que es pura y llanamente estalinismo, la dominación de un grupo que carece realmente de propósitos y de envergadura socialistas. Usar la palabra socialismo para referirse al chavismo es desprestigiar el socialismo.
—¿Usted sigue siendo marxista?
—En muchos aspectos.
—¿En cuáles?
—El marxismo se propuso la liberación de los trabajadores. Que Marx no viera la significación ni la importancia de los derechos humanos, fue su gran equivocación, pero uno puede desarrollar un marxismo crítico. La emancipación humana está vinculada con los derechos humanos, y el socialismo no puede excluirlos.
—Si Marx se equivocó en ese asunto tan importante, ¿por qué llamarse marxista?
—El marxismo forma parte del progreso de la humanidad y de la lucha para transformar la sociedad. Apareció en un momento social muy crítico, en el que hay mucha explotación de la fuerza de trabajo. Los factores sociales cambian, aunque los marxistas dogmáticos piensen que nada ha cambiado. Un absurdo. Lukacs dijo que el método era lo más importante de la teoría de Marx y que los demás componentes podían desaparecer. La manera de examinar la realidad, de tomar en cuenta todos los factores, sin privilegiar a ninguno, fue su gran mérito. Marx modificó la manera de pensar la filosofía.
—¿Que se hicieron los académicos que enseñaban marxismo en la URSS?
—Eran profesores de doctrina, no filósofos. Les pagaban por repetir, no por investigar o producir ideas propias. La URSS tenía su Academia de Ciencias y su investigadores en filosofía, pero para repetir lo que le convenía al régimen. Ya no hay pensadores que se proclamen seguidores de Marx.
—El sistema soviético no estaba orientado a la felicidad del hombre sino a la destrucción...
—La URSS nunca se repuso de los efectos de la guerra mundial, quizás por su incapacidad para establecer industrias, quizás por la incapacidad de admitir la libertad de expresión, que es muy necesaria. Si no se puede decir nada, se cometen grandes errores. Es muy importante que haya libertad de expresión en el terreno científico. Si te dicen que Lisenko no se equivocó en biología y que no se puede decir nada que vaya en contra de sus concepciones, la ciencia no avanza. La libertad de expresión forma parte del desarrollo humano. Si se acaba con la libertad de expresión, como hizo Stalin, se condena la sociedad al atraso.
Vive en las brumas de Sartenejas, en la humedad de la montaña, pero no olvida ni se niega a comparar.
—En la Facultad de Humanidades, en la década de los sesenta, uno no podía hablar de las irregularidades que ahí se presentaban, porque era darle armas al enemigo, al imperialismo. Uno tenía que quedarse callado. Si se denunciaba un atropello, que mataron a alguien injustamente, que se cometió alguna fechoría, se estaba ayudando al enemigo. Un chantaje. Terror. La gente se ha olvidado de lo que fue aquello. Fue la primera vez que me topé con el chavismo. Ahora lo estamos viviendo en todo el país. Todos los que estaban allí entonces están ahora en el Gobierno. Se formaron en la intransigencia y en los libros de la Academia de Ciencias de la URSS.
—Callar es una manera de defender la revolución...
—Tal vez suponen que la revolución es la abolición de los derechos humanos. Una vez que uno empieza a hacerse solidario de fechorías y crímenes, ya no se sale de allí. Si uno sabe que este gobierno puede llegar al asesinato y no se hace ninguna manifestación contraria, uno se hace solidario de los asesinatos. ¿Por qué esos profesores universitarios apoyan a Chávez? ¿Dónde está su conciencia moral? Estamos viendo la mayor impunidad y la mayor indiferencia. Gente universitaria que ve que se asesina y se roba, que se programan asesinatos, y se queda callada.
—Muchos de los que fueron solidarios con las irregularidades que permitieron la aparición de la república bolivariana ahora se asombran...
—Los partidarios del bolivarianismo creen que la situación del país se arreglará. Están convencidos de que el proceso mejorará, que todo cambiará, no importa los crímenes que se cometan. Quizás asumen que el fin justifica los medios. Se equivocan. Uno no puede realizar un fin bueno con medios malos. Si se legitima el asesinato para lograr algo que se considera bueno, el asesinato se convertirá en el fin mismo. Cuando la gente se acostumbra a delinquir, la maldad se vuelve crónica, se convierte en una enfermedad.
—¿Cómo entender la revolución bolivariana?
—Ni es revolución, ni es bolivariana ni es nada. El Poder Moral, por ejemplo, no es poder ni es moral. Es una contradicción. No existe, ni puede existir. Por eso ha sido un fracaso. Lo deberían llamar el ministerio de la impotencia inmoral, porque es solidario con todas las inmoralidades. Los bolivarianos han confundido la ética y la moral. Han debido dejar eso para la lucubraciones académicas y empeñarse en tener buenos tribunales y buenos jueces, y que se cumplan las leyes. Así sobrarían el defensor del pueblo y el fiscal general.
—Los gobernantes hablan de un cambio de paradigma...
—¿Cuál es el paradigma que propone Isaías Rodríguez? ¿Cuál es la moral de Germán Amundaraín? No creo que la gente quiere sacar a Isaías Rodríguez porque sea una manera de salir de Hugo Chávez. No, lo quiere sacar porque la integridad de la Fiscalía garantiza los derechos ciudadanos y la gente asume que el fiscal no es íntegro. Isaías Rodríguez no es garantía para que la constitución funcione. Tiene una cantidad de expedientes y no se ha pronunciado sobre ninguno. Con su salida se busca impedir la total impunidad de los actos del Gobierno, no sólo de Chávez. Chávez jamás ha creído en derechos humanos. “El proceso” es la eliminación de los derechos humanos. Un líder que no funciona con códigos, con principios, sino con “yo quiero”, “yo ordeno”, “yo mando” no es un líder, es un caudillo.
—Chávez dijo “el Estado soy yo”.
—Y algo peor: “La sociedad soy yo”. Él representa el todo social. Representa el Estado y representa la sociedad. Se ha apoderado de todos los mecanismos sociales. Quizás habría que decir que Chávez es un ególatra. Todo está en él y nada está fuera de él.
—¿Por qué no se respetan los derechos humanos si es uno de los aspectos que más se le alaban a la Constitución de 1999?
—Es letra sobre papel. No hay detenidos ni sentenciados en relación con las 18 personas que murieron el 11 de abril, sean quienes fueren los asesinos. Un crimen abominable. El derecho a la vida, el más sagrado derecho, no está garantizado. El presidente puede mostrar la Constitución cuantas veces quiera, pero el poder para hacerla cumplir está anulado.
—¿Por qué?
—Hay una teoría que dice que la revolución está por encima de las leyes, y eso es lo que está en la cabeza de Chávez. Una cosa vaga, indeterminada, que no se sabe lo que es, está por encima de las leyes. Siempre aparece algo que es superior y más sagrado que los principios constitucionales. Para Chávez lo más sagrado sobre la tierra es “el proceso”, que uno no sabe a dónde quiere ir. Debería tener un fin, pero lo único que se sabe es que una vez dijo que nos iba a conducir al mar de la felicidad. Yo no quiero ir a lo que él piensa que es la felicidad.
Temeroso de la anomia, de los individuos que se apartan de la sociedad y cuyo comportamiento no obedece a las normas sociales sino a las que ellos inventan, hace un a pausa. Respira profundo y arremete.
—Chávez dice que el soberano está por encima de todo. No, la soberanía no está por encima de todo, tampoco puede estarlo. La soberanía no puede ser cometer crímenes con impunidad. Yo soy soberano y hago las leyes; soy Stalin y ordeno fusilar a tantos. No. El poder no está por encima del espíritu humano ni de los derechos humanos. Los derechos humanos están por encima de la soberanía, porque nadie puede cometer un genocidio a cuenta de que es su país no le rinde cuentas a nadie. Chávez coloca la soberanía por encima de todo, porque él es la soberanía, el soberano, y cree que está por encima de las leyes. Eso da lugar a los atropello y a justificar cualquier crimen, “porque el proceso está por encima de todo”. No se atreve a decirlo, por ahora, pero es lo que está en su conciencia, se le trasluce.
—El pueblo es “el soberano” cuando apoya a Chávez; cuando no, queda reducido a la condición de escuálidos...
—Para el ególatra lo único que existe es lo que tiene en su conciencia. Chávez tiene una manera de encerrarse y excluir lo que no le conviene. Nunca admitirá que una protesta es justa, porque justo es lo que él hace. Nunca reconocerá que está equivocado o que puede equivocarse.
—Dice que es un hombre de diálogo...
—De monólogos, de recitativos. No es un demócrata, es un enemigo de toda sociedad organizada democráticamente, con capacidad de resistir y con capacidad de impugnar medidas de gobierno. Lo que le gusta es el poder omnímodo. La idea de acabar con Miraflores, el símbolo del poder, responde a que le molestan las instituciones. Para él, la casa de gobierno debe estar en un cuartel, en Fuerte Tiuna. Le gusta el cuartel con soldados obedientes. Para él, la vida verdadera es el cuartel.
—¿Un problema psiquiátrico?
—No sé de psiquiatría. Un dictador es una persona a la que todo el mundo le tiene miedo, que no tiene amigos verdaderos, que vive solo y no tiene compañeros, que no confía en nadie, que su mismo poder lo aísla y no lo une a los otros. Que a alguien le guste vivir en eso es realmente una patología.
—Chávez no se considera un dictador, tampoco un autócrata, sino el salvador...
—Puede ser que no se sienta, pero tiene un poder omnímodo. El poder de destituir, de decirle adiós, “uno que se va”, “otro que se fue” y “este es un traidor”, es enorme, al menos esa es la imagen que da. Al parecer, el fiscal no renuncia, no porque le falten ganes, sino porque Chávez le ordenó que se quede. Tiene poder sobre su gente. Todos saben que son nada sin Chávez, que volverían a la oscuridad, a la medianía oscura de donde los sacó el portaaviones. ¿Quién sabía de Nicolás Maduro o de Willian Lara? Por sus méritos jamás habrían sido elegidos.


                   El drama nuestro


ü La libertad de expresión es un derecho universal, un valor sin el cual los hombres pierden en humanidad y libertad. Para que se cumpla no sólo tiene que estar en la ley, sino que también tiene que estar presente en la conciencia de los ciudadanos, y actuar contra todos los intereses, todas las fuerzas naturales o sociales que se opongan a su realización. Es una lucha entre la ley universal y la arbitrariedad e intereses de los actores sociales.
ü Son dos realidades en pugna: la ley universal y los individuos que aún no se identifican con la ley, porque ésta no es resultado de su lucha, de sus esfuerzos por dominar los obstáculos. Estos aún anidan en la conciencia de aquellos que se han apropiados del resultado de una historia que ellos no han hecho, de una lucha ajena. Este es nuestro drama.

ü Tenemos en la Constitución valores universales, pero nuestra sociedad no tiene una conciencia adecuada a esos valores. No es sólo la educación la que es un fraude, es la sociedad entera, sus políticos e incluso sus intelectuales. Es muy duro decirlo, pero hacemos nuestro el pensamiento de George Orwell, pues nos parece que expresa lo que es un intelectual: “Si algo quiere decir la libertad es el derecho de decirle a la gente lo que no quiere oír”.

http://www.abcdelasemana.com/2010/11/18/el-marxismo-leninismo-es-una-de-las-grandes-falsificaciones-de-la-historia/

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