Inseguridad
nacional
12 DE MARZO DE 2019 12:16 AM
Una de las razones que
argumentan los expertos para que Venezuela no elimine las fuerzas armadas, como
hizo Costa Rica, es que un país con tantas riquezas minerales y paisajísticas,
además de su importante ubicación geoestratégica, sería presa fácil del más
pequeño enemigo y hasta de bandas de forajidos, narcotraficantes, piratas
cibernéticos, tráfico de personas, ludópatas, salteadores de bancos, cuatreros,
cazadores de tigres, comercializadores de órganos, sicarios y buscadores de
tesoros marinos, entre muchas otras ilegalidades y asociaciones para delinquir
y fastidiarle la vida y las propiedades a la gente.
La defensa del
territorio, de las áreas marinas y submarinas, del espacio aéreo y
extraterrestre, junto con la soberanía y el derecho de decidir y regir su
destino y sistema de gobierno libremente solo es posible con unas fuerzas
armadas debidamente organizadas y capacitadas, con el apresto operacional
garantizado, con efectivos sanos, bien alimentados y rigurosamente entrenados
para cumplir sus responsabilidades. Si no existiera un cuerpo armado,
institucionalizado, con una doctrina apegada al espíritu de la Constitución, no
solo no habría manera de proteger el territorio nacional de la invasión y
penetración de grupos irregulares que se podrían dedicar al secuestro y
extorsión de propietarios de comercios o hatos ganaderos, sino que
probablemente bandas de traficantes de drogas utilizarían las amplias
carreteras y sabanas para el aterrizaje y despegue de sus aeronaves cargadas
con su bastarda mercancía.
También los militares se
encargan de la salvaguarda de la infraestructura –represas, plantas generadoras
de energía eléctrica, torres de transmisión, tendidos eléctricos, oleoductos,
refinerías, taladros, ferrocarriles, puentes, túneles, estadios,
establecimientos escolares, edificios y áreas públicas en general– y de
proteger bosques, cursos de agua y fauna silvestre. Asimismo, se ocupan de la
seguridad de los funcionarios responsables de dirigir el Estado y de la
administración de los bienes públicos con guardaespaldas bien entrenados.
Gracias a las fuerzas
armadas, y a los cuerpos de inteligencia y contrainteligencia bajo su
conducción, la nación se puede sentir segura de que no habrá ataques de países
vecinos o lejanos con la intención de apoderarse de las reservas petroleras
comprobadas más grandes del mundo, del coltán, el oro y los diamantes, también
del carbón, y las hermosas playas de Venezuela. Con rigurosas tareas de
información, la institución militar mantiene a raya a mafias y bandas
delincuenciales que pudieran operar grandes explotaciones de metales preciosos
en parques nacionales como el Ávila, Canaima y el Caura y destruir la fabulosa
biodiversidad de una zona que es la principal reserva de agua y de oxígeno del
país.
Sin el intenso
patrullaje del mar territorial y la zona económica exclusiva, con modernos y
ágiles buques, embarcaciones de algún país del Caribe se llevarían la abundante
pesca –incluidos crustáceos, mariscos y moluscos– y hasta se surtirían con el
combustible barato que favorece a los pescadores venezolanos. Un saqueo que
llevaría meros, carites y populares sardinas a otras latitudes para obtener
divisas que se quedan fuera.
Son los militares los responsables
de proteger las plantas industriales de las empresas básicas, sean refinerías,
reductoras de aluminio, centros de tratamiento de agua, generadores de
electricidad, usinas de aceite de palma, procesadoras de leche de vaca y hasta
de los centrales azucareros que tienen años sin que le arrimen caña.
Los uniformados no solo
impiden que grupos terroristas o subversivos causen pánico en la población al
destruir instalaciones estratégicas, sino que también garantizan la continuidad
de los servicios básicos como agua, electricidad y telefonía. Con rigor y
profesionalismo, además de mucha inteligencia y patriotismo, las fuerzas
armadas están atentas para evitar que la población sea atacada, extorsionada y
amedrentada por la delincuencia política, en especial grupos paramilitares,
subversivos, guerrilleros o colectivos, que le harían la vida cuadritos a los
habitantes de los barrios y de urbanizaciones históricas como el 23 de Enero.
Sobre todo, evitan que salgan en parejas a recorrer las calles en motos de alta
cilindrada y amenacen a los transeúntes con armas de guerra, ya sean pistolas y
fusiles automáticos o bazucas, o que francotiradores disparen desde las techos
de los edificios con armas de precisión a la cabeza de los muchachos que
protestan.
Venezuela no puede
eliminar sus fuerzas armadas como lo hizo Costa Rica, su seguridad, su
existencia como nación y grupo humano, quedaría sin reguardo antes países que
después de haber fracasado políticamente y haberse arruinado cuentan con socios
listos para entregarse con armas y bagajes al grito de “patria o muerte,
venceremos”. Vendo chip patriótico para distinguir la realidad virtual de las
otras mentiras.
@ramonhernandezg
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