El Tejado Roto
En fila india,
cédula en mano
y sin protestar
Ramón Hernández
@ramonhernandezg
El vicepresidente de Seguridad Alimentaria y ministro de
Alimentación, Carlos Osorio, informó que la venta de productos de primera
necesidad será otra vez por el número final de cédula de identidad. Gran
recule. Hace menos de dos meses Osorio anunció que en las redes públicas de
abastecimientos se compraría utilizando la máquina captahuellas como
herramienta de racionamiento y no por el documento de identidad. Algo pasó. Las
colas se incrementaron y hasta hubo saqueos en Puerto Ordaz y conatos de
desórdenes en grandes y pequeñas ciudades. Tampoco había qué comprar.
El general Osorio también anunció que las fallas de
abastecimiento serían superadas a finales de agosto, y la verdad es que en las
granjas avícolas los pollos en crecimiento se comen unos a otros porque no hay
pollarina ni sere sere. El no hay es infinito.
Osorio Zambrano es general, pero ese no era su rango cuando
participó en la intentona golpista del 4 de febrero de 1992. No sabemos cuáles
son sus estudios, tampoco dónde cursó de Estado Mayor. En su currículo, como en
los demás miembros del alto gobierno, aparecen los muchos cargos que ha ocupado
desde 1999, pero nunca los estudios o capacitaciones que los habilitan para
ejercerlos.
Desde 2006 ha estado cerca o dirigiendo los organismos
dedicados a los asuntos relacionados con la alimentación. En los mercados a
cielo abierto en la avenida Bolívar, donde la oficialidad se estrenó en el
expendio de mapuey, ñame y mortadela, hasta la expedición de guías para el
traslado de alimentos importados. Nunca ha estado fuera del gobierno ni lejos
de los centros de decisión. Ha sido hasta vicepresidente para las empresas
básicas de Guayana, y no se le chorrea el guarapo para afirmar que es falso que
Venezuela esté sumergida en la pobreza.
Es un hombre del proceso, un radical. No es economista ni
marxista, es chavista y leal a la “herencia del comandante eterno”. Su lógica
para determinar cuántas personas son atendidas en los operativos que comanda en
las zonas populares –no hablemos ahora de las cestas muy bien surtidas que
envían a domicilio a los jerarcas del régimen– es sencilla: Que cada persona
atendida representa una familia de cuatro o cinco miembros. En las cajas del
supermercado es normal que dos o más integrantes de un hogar compren y cada uno
pague las dos margarinas y los cuatro rollos de papel que le corresponde como
persona no como hogar. Ministro, es verdad. No hay bachaqueros, tampoco miseria
extrema. Vendo título universitario sin estrenar.
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