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La gran tiniebla de la superstición

LA ILUSTRACIÓN Y NOSOTROS


Eduardo Vásquez
La Ilustración impuso su sello al siglo XVIII. A partir de 1700, aparecieron escritos que cambiaron a Europa. Surgió en Inglaterra y continúo en Francia. Su idea fundamental era que se podía luchar contra la gran tiniebla de la superstición mediante la claridad de la razón.
Los principales artículos de la Ilustración eran los siguientes: la tolerancia, la razón y el sentimiento de humanidad.
Exigían poner fin a la tortura, pues un sospechoso de algún delito se le torturaba de forma inhumana hasta que admitiese lo que se deseaba; la razón enseñaba también que la brujería es imposible y en consecuencia no se debía quemar a las brujas y también que las enfermedades no se combaten con trucos supersticiosos, sino, sobre todo, con la limpieza y la investigación científica.
Los ilustrados combatieron la esclavitud, a la concepción que sometía a los hombres a ser siervos sujetos a la tierra. Sostuvieron que todas las personas de un Estado deben ser tratados con las mismas leyes y que las mujeres poseen los mismos derechos que los hombres.
La Ilustración surgió con el desarrollo de la burguesía. Los burgueses fueron hombres valerosos que lucharon por imponer, contra la tradición y el poder dominante, sus ideas sobre la tolerancia y la humanidad. Ello iba acompañado de la imposición de un sistema de educación universal, que desarrollara la razón propia de cada uno.
Nuestro Libertador, así lo creemos, recibió el influjo de la Ilustración. Moral y luces es un acertado resumen de las ideas de la Ilustración. Con ella surge un nuevo tipo de filósofos. Estos dejan de ser personalidades que se separan del mundo. No nos encontramos “con individuos-filósofos que forman una clase aparte. Las murallas que los separaban del resto de la sociedad se han derrumbado y ahora los filósofos no son monjes, sino que viven dentro del mundo, asociado a él, y tomando parte de un modo u otro, en las actividades comunes” (Lecciones sobre la historia de la filosofía, Tomo III, Pág. 211).
En ese mismo tomo, cuando Hegel se refiere a la Ilustración francesa, y en particular a Rousseau, escribe lo siguiente: “El hombre es libre, y tal es sin duda, la naturaleza sustancial del hombre, que no sólo no es abandonada o sacrificada dentro del Estado, sino que, por el contrario, se constituye precisamente dentro de él. La libertad de la naturaleza, el don de la libertad, no es la libertad real, pues es el Estado y sólo él quien realiza la libertad”, y más abajo completa sus aseveraciones: “La libertad es precisamente el pensamiento mismo, quien rechaza el pensamiento y habla de libertad, no sabe lo que dice”.
Los valores propios de la Ilustración (igualdad, libertad, tolerancia, humanismo), transformaron la política de Europa y en países lejanos a Europa. Aún hoy, esos valores siguen vigentes en los países democráticos; ignorarlos o violarlos conduce al fascismo o al nazismo. Uno de los valores de la Ilustración es el universalismo (todos los hombres son iguales y por tanto tienen los mismos derechos) es rotundamente negado por los racistas (negros y judíos no pueden tener los mismos derechos que las supuestas razas superiores).
En nuestro país, la tolerancia política tiene fuertes y poderosos enemigos. Los valores de la Ilustración les han permanecido ajenos. Ello implica que nos han devuelto a épocas anteriores a la Ilustración.
Los efectos de la Ilustración, bajo la égida de la razón, fueron tan importantes que Robespierre proclamó como dios a la diosa razón. Pues fue esta la que derrumbó al antiguo régimen. Pero, como dijimos los ignorantes que nos gobiernan son la reencarnación del antiguo régimen.
La filosofía nos enseña a reflexionar y comparar las distintas épocas, pero ella tiene que conocer la historia, una filosofía sin historia es nula y una historia sin filosofía es un hueso sin carne.


















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