Sin aroma me quedé, Fama de América expropié

Sin café y sin flor de patria


En las lluviosas, brumosas y acogedoras montañas de Trujillo la tierra es bondadosa con los cafetos y con todas las otras semillas que el hombre le entregue, y atienda. Sin embargo, sigue siendo una de las zonas más pobres de Venezuela, con alto índice de desempleo y de embarazos de adolescentes.
Los recursos que atienden a la población no tienen su origen en el trabajo de su gente ni en el esfuerzo de su industria y su agricultura. No. Provienen del situado constitucional, del reparto de la plusvalía de la venta del petróleo; pero no al precio real del crudo, sino de acuerdo con la cifra que el gobierno le haya asignado en el presupuesto. Es el rentismo petrolero.
Café, tabaco, cacao, añil y caña de azúcar han sido los cultivos tradicionales de exportación. Su alta calidad y la rigurosidad en la entrega le permitieron ganarse un particular prestigio en los mercados internacionales. Lejos de nevadas, huracanes y sequías indomables, solo los desafueros e iniquidades de las montoneras, guerras civiles y levantamientos de gamonales obstaculizaban que las cosechas llegaran a su destino, o se perdieran.
En los primeros tiempos, los atropellos de los intermediarios, los abusos de los banqueros, los altos precios de los insumos y su escasez derivada de los conflictos mundiales llevaron a la ruina a muchos productores, que abandonaron sus tierras y se mudaron al centro del país a ejercer los oficios más dispares. Pero con el amago de reforma agraria y fomento a la producción, además de la paz, la actividad cafetera cubría la demanda del país y exportaba. 
Cuando la revolución chavista apenas mostraba su fachada ignorante, el jefe del Estado aconsejaba a la gente que vivía en los cerros, en la marginalidad, que se regresara al campo a cultivar la tierra. Un consejo que para cualquier citadino significa crudamente morirse de hambre. Esa absurda regla de tres, que hizo que el responsable de la escasez actual, Jorge Giordani, llorara en el consejo de ministro y en cadena nacional cuando vio que sembraban arroz en tierras no adecuadas para ese cultivo en el expropiado hato El Frío, con la creencia de que sembraban futuro, acabó con la agricultura en Venezuela.
Ignaros y ambiciosos en grado superlativo han reducido –con reglamentos absurdos, mordidas, imprevisión, corrupción, alcabalas, burocracia, decretos y caprichos– la industria del café a polvo cósmico. Una tragedia. Con miles y miles de víctimas en el campo y en la ciudad. Ahí está la causa de que no encuentre en ninguna parte, y que cuando la suerte lo ayuda y pueda colarlo, ese “café” le sepa a palo húmedo quemado, y no al grano arábica que tanta fama tuvo en el mundo. Vendo cafetera por falta de uso, y de grano.
@ramonhernandezg

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