Ramón
Hernández
Las cajas
CLAP no traen 24 productos como repiten los medios oficiales, semioficiales y
entregados. Apenas 6 y con suerte 8. Cuando vienen 11 hay fiesta en el barrio.
Lo real es que trae más hambre que productos, al tiempo que crece la ola de
indignidad. A esas cajas que le sacan la leche y le meten dos cocos, que casi
nunca traen aceite y no faltan las lentejas ni sus gorgojos, Dante Rivas les ha
adosado a pérdida un buen tajo de su exiguo y rebanado capital político.
Desde esa
ficción legal que es la canonjía de “protector de Nueva Esparta”, un bien
pagado enchufe o prebenda que no aparece en ninguna parte –ni aparte– de la
legislación venezolana, el geógrafo Rivas, titulado en la Universidad de los
Andes, ha devenido, a cuenta de la pandemia y por su real gana, en el Eustoquio
Gómez de Nueva Esparta. Ha convertido la perla del Caribe en el peor infierno. Sin
agua, sin electricidad, sin gasolina, sin comida y pronto se va a quedar sin
sombra si le hicieran caso y en vez de gas usan leña para cocinar las caraotas
que esporádicamente traen las cajas CLAP.
Dante Rivas
tuvo fama de buen gerente, igual que Diosdado Cabello cuando era director de la
Comisión Nacional de Telecomunicaciones y empezó a conocer que es mejor que te
lleven el maletín que llevárselo al jefe. Las telefónicas se sintieron
complacidas y lo enaltecieron, pero después se les puso respondón y hasta
basto. Se quitó la corbata y el paltó de Clement. Volvió a su traje de fatiga,
pero con mejores cargos. Obediente y no deliberante, buscó otras escalas y
grasitas dentro y fuera del tesoro público.
Dante Rivas
fue más avispado desde el principio de su “carrera” política. Sus viejas
amistades en la Universidad de los Andes –¿Qué se hizo el gordo Tobi?– lo recomendaron
al cargo que nadie quería y que traía la peor reputación desde el segundo
gobierno de Rafael Caldera: la Onidex, que le cambiaron el nombre a Saime, Servicio
Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería. Un verdadero
laberinto burocrático de malas mañas, ineficiencia y guisos a traspuertas.
Con
inesperadas destrezas comunicacionales, Rivas le cambió la imagen al Saime y le
imprimió una pátina de eficiencia que se disolvió con el primer aguacero que
tardó poco en llegar. La firma de un contrato con la empresa cubana Albet,
mediante el cual se le entregaba el manejo de la identificación al gobierno de
Cuba. El Comité Central del Partido Comunista de Cuba tiene libre acceso a la
base de datos de los ciudadanos y a la expedición de documentos: datos
filiatorios, cédulas de identidad y pasaportes y demás documentos.
El contrato
contiene cláusulas de confidencialidad que impiden a los técnicos nacionales
conocer las interioridades del proceso y a quién se le entrega el pasaporte
venezolano. Chávez también entregó a los cubanos la administración y manejo de
los registros y notarías. No hay transacciones comerciales ni registros de
empresas sin el beneplácito de La Habana.
A Rivas lo
veían en los medios como un destrabador de ineficiencias burocráticas, pero lo
que Miraflores apreciaba era su lealtad y silencio en las trapisondas. Lo nombraron director del Instituto Nacional
de Transporte y Tránsito Terrestre, el otro monstruo de mil cabezas. Se pisó
una bola. No pudo, el macizo paquidermo de complicaciones burocráticas
permaneció incólume. Ni se dio por enterado. La legalización de carros robados
se mantuvo inexpugnable. ¿Abandonó o lo sacaron antes de que el elefante le
pusiera la pata encima?
En enero de 2013, siendo Maduro presidente encargado, nombró a Rivas ministro del Ambiente. Estuvo hasta el 4 de agosto de ese año al cuidado de la calidad del aire, de la previsión de agua y de la protección de la naturaleza y de la biodiversidad. No se conoce ninguna medida ni ninguna tarea significativa, salvo volar en helicóptero y en aviones para contaminar la atmosfera con el CO2, su gran excusa para conocer la geografía venezolana. Aunque no desplegó sus conocimientos de geógrafo en un simple aspecto ambiental y su actuación fue bastante plúmbea, Nicolás Maduro los postuló como alcalde de Porlamar.
Derrotado, fue nombrado presidente de la Fundación Poliedro de Caracas mientras aparecía algo mejor y apareció: lo enrocaron como ministro de Comercio. El año 2014 fue mucho movimiento para Dante Rivas. En junio asumió también el cargo como superintendente nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos –órgano encargado de hacer cumplir la Ley de Precios Justos y de instalar el sistema de control biométrico para “garantizar el abastecimiento”–, el 2 de septiembre lo nombran la Autoridad Única Nacional en Trámites y Permisología y en octubre director del Servicio Autónomo de Registros y Notarías (Saren). No le faltó un cambur.
De junio a
septiembre de 2015 volvió a ser director del Saime. Nadie se preguntó ni a
nadie le extrañó que alguien que había sido ministro en dos oportunidades
repitiera en un cargo que estaba a cuatro escalones más abajo de su última
función. Era como devolver a Diosdado a sargento regañón por tener la mala cara
y la rústica aridez que combina con el rango. Habría elecciones parlamentarias
en diciembre y había que acelerar la entrega de cédulas laminadas a los
votantes. Muchos aplaudieron su regreso, creyeron que pondría un poquito de
orden, pero no. Ya el Servicio había sido cooptado por los muchachos de La
Habana y era un hecho próximo la sustitución de la cédula de identidad por el
“carné de la patria”.
En
diciembre de 2015 fue elegido diputado suplente de Nueva Esparta, pero en 2017
abandonó la curul para candidatearse a la gobernación de Margarita, Coche y
Cubagua. Perdió y se pisó la otra bola.
El fuelle de Carlos Mata Figueroa era pólvora mojada. Ganó el adeco sui
géneris Alfredo Díaz, que en contra de todo pronóstico fue a reconocer al de
Miraflores. En “compensación” fue nombrado ministro para la Pesca y la
Acuicultura, cargo que estuvo ejerciendo hasta el 27 de mayo de 2020 con el de
«protector de Nueva Esparta». Lo sustituyó Juan Luis Laya, que se siente
orgulloso de ser parte de la juventud formada por Chávez, aunque se graduó en
una universidad privada, la Bicentenaria de Aragua, como Elvis Amoroso después
de haber fracasado en la UCV.
En
Porlamar, en la Asunción, más allá de Conejeros y de Punta Arenas para acá,
Rivas es el Eustoquio Gómez del siglo XXI, pero más versátil y cruel. Es el
presidente de la Corporación para el Desarrollo Social y Económico del estado
Bolivariano de Nueva Esparta, el “protector”.
Sus recetas
para sus paisanos son impropias de un universitario de la ULA que combatía por
la justicia social con el grupo izquierdista Utopía 78, junto con Hugo Cabezas –que
lo incorporó al Saime–, Haiman el-Troudi y Tareck el-Aissami. Dante les exige a
los pobres y famélicos margariteños, que ni a salir a pescar pueden por falta
de gasolina, que no se coman tan rápido la cajita CLAP, que la “alargen”, que
no la consuman de un tranco.
Como ha
sido recurrente en estos 21 años de mandamases, caudillos y Cobas, el protector
Rivas tiene un programa de radio y desde ahí gobierna, y su antónimo. Hace
pocos días recomendó –exigió– a los margariteños que ahorren la bombona de gas; que como una medida de resistencia, cocinen con leña, que se hagan de un
reverbero para cocinar las caraotas y que dejen el gas para la pasta y el bistec
vuelta y vuelta. Insólito, de vaina sopa de yuca con un espinazo de carite.
Frente a
Margarita y cerca de La Blanquilla está una parte de las reservas de gas
natural más grandes del mundo, que no se desarrollaron ni se explotaron. Con
las nuevas medidas ambientales contra el cambio climático serán pocos los que
quieran invertir en ese tipo de energía. Sin muchos problemas, todos los
hogares de Margarita podrían tener gas directo, electricidad limpia y agua a
borbotones sin que se necesitara un gran gasto. Era más fácil robar.
Dante no
promete rescatar Pdvsa de manos de la ineptitud, es más pragmático y práctico,
como cuando firmó el contrato con Albet. Prefiere hacer creer que lucha contra
el “imperialismo” y que como un acto de resistencia –de dignidad, dirían los hermanos
Castro– recomienda cocinar con leña.
No le
importa el humacero ni la destrucción de la escasa vegetación de la isla, que
apenas cuenta ya con poco más que cardones, tunas, cujíes, espinales,
cocotales, palmeras y manglares. Plantas xerófilas que prenden rápido y se
consumen rápido, pero escasas. Usar los guayacanes como leña no es una buena
idea, pero es a lo que tienta el ex ministro del Ambiente Rivas. Desea apresurar
la transformación de Margarita en la otra Haití del Caribe, en otra isla de
Pascua, en otro desastre ecológico como Borneo. Presto reverbero encontrado en
la casa de misia Jacinta.
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