Comidos por el
lobo
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La información fue
escueta: “30 soldados resguardan el paso fronterizo por Colombia para impedir
la entrada de la ayuda humanitaria”. Recordé los ejercicios que se hacían en la
vieja Escuela de Periodismo de la UCV en los que había que construir una noticia
con apenas uno o dos datos; a veces inventados por el profesor, pero
fundamentados en la realidad: un incendio, la captura de un delincuente o el
divorcio de una actriz. Servían para que los aspirantes a andar con una
libreta, un grabador y una cámara aprendieran a describir situaciones y a
contextualizarlas.
La parte más interesante
eran las deducciones y las travesuras de la lógica. ¿Cómo entró si la puerta no
fue forzada? Tenía llave, no estaba cerrada o por la ventana abierta. En ese
punto aparecían las discusiones sobre si el asaltante había robado a la víctima
antes o después de matarla, qué indicaba lo uno o lo otro. También el profesor,
si había sido reportero, aprovechaba para advertir que cuando los bomberos no
llegaban al siniestro donde estaba el periodista había que investigar si
estaban ocupados en la extinción de otro más grande y más noticioso o si un
trágico accidente de tránsito les obstaculizaba el paso. Mañas del oficio.
En estos tiempos en que
la información veraz que tanto defendió Eleazar Díaz Rangel se ha trastocado
en fake news, en periodismo chatarra, habría que enseñar a los
lectores a aplicar el sistema deductivo para que no sean víctimas de la
manipulación del medio que dirige el ex profesor. Si en la primera página
aparece la foto de una multitud tomada de la pantalla de VTV y no del acto
real, prenda las alarmas. No es una foto veraz. Los reporteros quizás hicieron
un excelente trabajo, pero fue descartado porque el presidente editor Felipe
Saldivia Najul recibió otras instrucciones de la vicepresidente ejecutiva, su
eterna jefe, de recurrir al trucaje del canal oficial. Seguramente adujo
razones de Estado o el tan recurrido el fin justifica los medios.
Se repite que la primera
baja de la guerra es la verdad, una frase que se le atribuye al senador Hiram
Johnson y que la habría pronunciado en 1917, cuando Estados Unidos se
incorporaba a la Primera Guerra Mundial. Si bien la dijo entonces y tuvo gran
difusión, no es suya. Desde la Guerra de Secesión, cuando se inventa y
desarrolla el periodismo con títulos, sumarios y textos que responden a las
cinco preguntas básicas –qué, quién, dónde, cómo y por qué– y con un diseño
gráfico atractivo para la lectura, la frase ha estado rondando en la prensa de
distintas maneras y con variados usos, pero es tan vieja como la guerra misma.
El antiguo diario de la
quebrada La Trilla pareciera que lleva veinte años en guerra, no se le puede
creer ni la fecha de publicación ni la hora que dan en la página web. Bolívar
mintió ocasionalmente en El Correo del Orinoco verdadero para
engañar a los realistas, pero en la versión chambona del siglo XXI los
subordinados de la ex reportera Desirée Santos Amaral lo hacen de manera
permanente y con textos al estilo de Francisco Delpino y Lamas: el cadáver del
muerto, era de noche y sin embargo llovía, armamento bélico, arsenal de armas y
similares.
La desinformación
necesita dos factores para que funcione: la sorpresa y la credibilidad, y ambos
están ausentes en los medios oficiales. Nadie les cree y a nadie sorprenden.
Durante un tiempo engañaron a una audiencia cautiva y mínima con la presunta
eficiencia comunicacional del fallecido, una falsedad que les servía para
justificar las manipuladas tendencias irreversibles del CNE. En realidad muy
pocos se calaban esos programas. Los periodistas saben el martirio que es
reseñar las cadenas y demás vomitivos de mandatarios con modales de espalderos
de barrio, que hablan de los ruidos de sus intestinos y hasta anuncian sin
pudor cuándo le van a dar lo suyo a la enamorada. De tanto anunciar que viene
el lobo, ni Villeguitas se ha dado cuenta de que el lobo ya se lo comió. Vendo
título de primera página y a ocho columnas.
@ramonhernandezg
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