Mensaje de Luis Ugalde
DICTADURA, IGLESIA Y
ESPERANZA
Luis Ugalde
Para salir de este
drama los obispos llaman a la esperanza activa que lleva a la acción
inteligente y responsable.
Las voces de la
Conferencia Episcopal Venezolana.
“Desde el Ejecutivo
Nacional, la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente y el Consejo Nacional
Electoral se pretende conculcar uno de los derechos más sagrados del pueblo
venezolano: la elemental libertad para elegir a sus gobernantes en justa
competencia electoral, con autoridades imparciales, sin manipulaciones ni
favoritismos. Mientras existan presos políticos, y adversarios a quienes se les
niega su derecho a postularse, no habrá proceso electoral libre y soberano.
Reiteramos que la convocatoria del 20 de mayo fue ilegítima, como lo es la
Asamblea Nacional Constituyente impuesta por el Poder Ejecutivo. Vivimos un
régimen de facto, sin respeto a las garantías previstas en la Constitución y a
los más altos principios de dignidad del pueblo” (n.6).
“Las actitudes de
prepotencia, autoritarismo y abuso de poder, así como la constante violación de
los derechos humanos, van acumulando sobre sus autores un rechazo que las
generaciones futuras les reclamarán. En cierto modo resulta suicida seguir
insistiendo tercamente en un camino de autodestrucción que se volverá contra
sus promotores. La Iglesia no alienta los deseos de venganza ni las
retaliaciones, pero tampoco promueve la impunidad de delitos que atentan contra
la vida, la dignidad humana y los derechos fundamentales” (n.7).
Contundente e
irrefutable este cuadro dramático que pinta la Conferencia Episcopal Venezolana
(CEV) en este mes de julio, sin evadir la tragedia nacional diciendo que ellos
no se meten en política, lo que sería una enorme irresponsabilidad de espaldas
al Evangelio de la vida.
“La consulta
electoral realizada a finales del mes de mayo, a pesar de todas las voces
—entre ellas la nuestra— que advertían su ilegitimidad, su extemporaneidad y
sus graves defectos de forma, sólo sirvió para prolongar el mandato del actual
gobernante. La altísima abstención, inédita en un proceso electoral
presidencial, es un mensaje silencioso de rechazo, dirigido a quienes pretenden
imponer una ideología de corte totalitario, contra el parecer de la mayoría de
la población” (n. 5).
¿Responsables?
“El principal
responsable de la crisis por la que atravesamos es el Gobierno Nacional, por
anteponer su proyecto político a cualquier otra consideración, incluso
humanitaria; por sus erradas políticas financieras, por su desprecio a la
actividad productiva y a la propiedad privada, por su actitud constante de
poner obstáculos a quienes tienen voluntad de resolver algún aspecto de la
problemática actual. El gobierno se presenta ante el país como víctima de
manejos externos e internos. Esto no es más que la confesión de la propia
incapacidad para manejar el país. No se puede pretender resolver la situación
de una economía fallida con medidas de emergencia como bolsas de comida y
bonos” (n.3).
“Es necesario
favorecer en la acción de gobierno y de las instituciones públicas y privadas
al ciudadano, al venezolano, al hombre y mujer concretos que sufren y padecen
los males actuales, y anhelan su superación. Ignorar al pueblo, hablar
indebidamente en su nombre, reducir ese concepto a una parcialidad política o
ideológica, son tentaciones propias de los regímenes totalitarios, que terminan
siempre despreciando la dignidad del ser humano” (n.4).
La tragedia nacional
se refleja también en el éxodo desesperado y la diáspora con gravísimos
problemas para millones de venezolanos:
“Una de las
situaciones que clama dramáticamente desde su silencio es el fenómeno de la
emigración. Venezuela se ha ido convirtiendo en un país en diáspora (…) La
emigración produce situaciones dramáticas (…) Muchas de estas situaciones han
encontrado alivio en la mano generosa que las iglesias hermanas de países
vecinos han extendido a nuestros compatriotas, lo cual agradecemos de todo
corazón” (n.9).
¿Hay esperanza?
La Iglesia abre su
tesoro espiritual y nos lleva a la fuente de la esperanza que mantuvo vivo al
pueblo de Israel en sus momentos más duros de esclavitud y destierro:
“El libro del Éxodo
nos enseña que Dios guía a su pueblo de la esclavitud a la libertad (…)Dios,
por medio del profeta Isaías, nos invita a no tener miedo, conscientes por
nuestra fe, de que no estamos solos, sino que el Señor nos acompaña y nos
fortalece en nuestras vicisitudes” (n.11).
Para salir de este
drama los obispos llaman a la esperanza activa que lleva a la acción inteligente
y responsable.
– A la Sociedad Civil.
“Ante la situación
desastrosa que se deteriora permanentemente por las erradas políticas
establecidas, y que los responsables se niegan a rectificar, animamos a la
sociedad civil a ofrecer sus talentos y capacidades para explorar soluciones
(…) Ciertamente la situación es abrumadora, pero no nos podemos acostumbrar a
la precariedad que tanto humilla a nuestro pueblo. Por otra parte, animamos a
las diferentes organizaciones de la sociedad civil, y a los partidos políticos,
a exigir la restitución del poder soberano al pueblo, utilizando todos los
medios que contempla nuestra Constitución (referendo consultivo,
manifestaciones y otros) (n.14).
– A la Fuerza Armada.
“Exhortamos a la
Fuerza Armada a que se mantenga fiel a su juramento ante Dios y la Patria de
defender la Constitución y la democracia, y a que no se deje llevar por una
parcialidad política e ideológica” (n.15).
– A toda la
Comunidad Eclesial.
“las diócesis,
parroquias y otras instituciones, a pesar de sus limitaciones logísticas y
financieras han desplegado una amplia campaña de ayuda a los más necesitados,
especialmente en lo que se refiere a alimentación y acceso a medicamentos”
(n.16). Pero al mismo tiempo exigen acción para el “cambio estructural”. “Corresponde
a cada Iglesia local buscar los medios, los métodos y las estrategias para
contribuir a ese cambio con acciones concretas” (n.16). “Nos comprometemos a realizar
actos y eventos de religiosidad popular, por ejemplo: procesiones con las
imágenes del Señor, la Virgen o los santos más queridos en cada lugar. La
esperanza y el compromiso concreto deben llevarnos a ser samaritanos unos de
otros en esta hora difícil en que nos encontramos” (n. 17). “En sus horas de
dolor y prueba, el creyente se toma con más fuerza de la mano de su Señor” (n.
18).
Para salir de esta
tragedia es la sociedad venezolana entera la que se tiene que poner en pie de
marcha. Nadie se puede excusar, ni puede negar su esfuerzo para el cambio. El
Gobierno se ha convertido en agresor de la sociedad y nos debe su renuncia para
nuestra liberación. Menos costosa su renuncia voluntaria, antes de que sea
obligado por el caos y la desesperación generalizada. Renuncia que abre la
puerta a una transición pacífica y democrática negociada para que en la
reconstrucción participen también millones de venezolanos de cuya esperanza
abusó este régimen volviéndola ruina espantosa.
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