La entrevista que molestó a la camarilla

 Domingo 25 de julio de 2004


CARLOS ANDRÉS PÉREZ rechaza el pasado y se considera el futuro: 

“El 15 de agosto no se resolverá nada”


El optimismo del ex presidente no está fundamentado en la salida electoral que representa el referéndum revocatorio. Carlos Andrés Pérez considera que es necesario que la gente abra el camino a un cambio de gobierno, porque no cree que Chávez sea capaz de apartarse de la Presidencia. Está convencido de que con manifestaciones no se tumban gobiernos

RAMÓN HERNÁNDEZ/ MIAMI

El ex presidente Carlos Andrés Pérez responde con oraciones cortas y tajantes, como si no quisiera desperdiciar el tiempo o tuviera pendiente una cita muy importante. En Miami, cerca de la playa, se recupera de un accidente cerebro vascular que no hizo mella en su disposición a ir de frente y dar la cara, pero entre terapias y guiños de optimismo no hace sino pensar en Venezuela y en su futuro.
—Cuando me preguntan dónde vivo, digo que en Caracas. Mi cabeza sigue en Venezuela.
Ardientemente optimista, le niega cualquier posibilidad de realización al referéndum revocatorio, “no es consustancial con la idiosincrasia latinoamericana”, y prevé que la salida no será electoral y pacífica sino violenta.
—En la calle se grita y se tiran piedras, pero no se tumban gobiernos.
—¿Por qué el país se dejó engañar con la Constitución de Chávez?
—La Constitución parecía muy democrática, pero resultó militarista. Esos vientos nos devolvieron a la época del mandonismo gomecista.
—¿Usted creyó en Chávez?
—Me es imposible creer en alguien a quien no le importa derramar sangre inocente para llegar al poder. Nunca creí en Chávez, pero el país, convencido de que Chávez podría adelantar ciertas reformas fundamentales, le dio poder como nunca le había dado a ningún gobierno. Nunca. Son los fenómenos que demuestran que los pueblos sí se equivocan.
—¿Chávez es parte de una confabulación internacional?
—Es un político venezolano de la vieja escuela de las dictaduras bárbaras y primitivas, de las montoneras, pero se ha convertido en una especie de vocero de la izquierda latinoamericana. Está ligado a la extrema izquierda y ha apoyado movimientos sediciosos en varios países de América Latina. No tiene mérito alguno para ser un líder internacional, pero sí muchos para ser un gran demagogo: cuenta con el petróleo venezolano para financiarse.
—¿Cuál es el papel de Fidel Castro en el proceso chavista?
—Por los birlibirloques de la política latinoamericana, Chávez se ha convertido en el verdadero y único discípulo de Castro, que lo considera su sucesor, su continuador, su alumno más aprendido. El petróleo juega un papel determinante, es el gran lazo que sella su alianza.
—¿Cómo puede ser seguidor de un fracaso como Cuba?
—Es un fracaso para nosotros, para Fidel Castro es un éxito. Ha logrado enfrentar durante 40 años a Estados Unidos, y por eso, para ellos, no es un fracasado sino un triunfador.
—¿Pasar hambre es un triunfo?
—Una de las tragedias es que los cubanos no están distantes de Castro. A pesar de las penurias que sufren, creen que Fidel les ha reivindicado su dignidad.
—Con el petróleo venezolano, Castro revive su vieja idea de la subversión latinoamericana...
—Sí, pero ahora, como en la década de 60, también se equivoca. Chávez es un loco amarrado a una estirpe ideológica que no es ni siquiera comunista, ni ha tenido capacidad para salvaguardar los valores venezolanos. Ha destruido el sistema industrial venezolano, incluida Pdvsa. Esa es la realidad más dura y tenebrosa.
—El pueblo ahora tiene la percepción de que Pdvsa le pertenece...
—Será al pueblo chavista. Su producción se ha reducido a más de la mitad y las utilidades son sumamente limitadas. No existe una industria creciendo sino una industria hundiéndose en el desastre. Chávez utiliza el dinero del petróleo como instrumento de control, de subversión y de corrupción. En lugar de sembrarlo, usa el petróleo para comprar conciencias, especialmente dentro de lo que fue un día la Fuerza Armada.
—Con el paro, los trabajadores petroleros entregaron a Pdvsa...
—El paro fue una equivocación, pero también fue expresión de la capacidad de resistencia del pueblo venezolano. Fue una demostración del poder nacional frente al poder de Chávez, pero ocurrió en un mal momento, y completamente invertebrado, sin vinculación alguna con la subversión. Lo más grave fue que el movimiento petrolero no tenía como objetivo sacar a Chávez del poder.
—¿Fue un match de sombra?
—Sí, desgraciadamente. Uno de los esfuerzos mayores hechos por un pueblo para redimirse que, a pesar de toda la fuerza que tenía en apariencia, no pudo conmover los pilares esenciales. Fue un desastre. Se hizo demasiado pronto y mal.
—Sin Pdvsa la oposición quedó sin herramientas, ¿qué usará ahora?
—La fuerza del país, que es lo que vale.
—¿Manifestaciones en la calle?
—Sería muy bueno que las hubiera, pero con manifestaciones no se tumban gobiernos. Fue importante que el pueblo se lanzara a la calle, pues era apático ante los problemas de todos. Hoy el pueblo participa y eso permitirá construir un país mejor, en el que la participación sea parte fundamental. No hay que abandonar la calle. Hay que estar en la calle, pero no con bailoterapias y pendejadas de esas.
—Pareciera que nos esperan tiempos de violencia...
—Violencia habrá, pero de corta duración.
—¿Están cerrados los caminos de la paz?
—Desgraciadamente, se ha demostrado que el referéndum es un fracaso, que nunca será una vía en Venezuela. El 15 de agosto no se resolverá nada en Venezuela. La gente que guarda esperanzas con el revocatorio es porque todavía cree, equivocadamente, que Chávez es capaz de abrir un camino. No. Somos nosotros los que tenemos que abrirlo. Esa no es la vía. Fracasará. No forma parte de la idiosincrasia latinoamericana.
—Nadie trabaja para sacar a Chávez.
—Yo estoy trabajando para sacar a Chávez. La vía violenta permitirá sacarlo. Es la única que tenemos.
—No veo los batallones...
—Yo soy una parte de ese batallón.
—Si Chávez sale por la violencia, ¿después qué va a pasar?
—No se puede salir de Chávez y entrar inmediatamente a la democracia. Chávez no sólo destruyó el Poder Ejecutivo sino que también el Legislativo y el Judicial, además de las otras instituciones del Estado. Se requiere una etapa de transición, de dos o tres años, para sentar las bases de un Estado de Derecho. En la transición debe gobernar un cuerpo colegiado que asiente las bases democráticas del futuro.
—¿Una Asamblea Constituyente?
—No. El día que caiga Chávez hay que cerrar la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia también. Todas las instituciones chavistas deben desaparecer con la salida de Chávez.
—¿Usted estará en el gobierno transitorio?
—No tengo ninguna aspiración de volver a gobernar. Estoy dispuesto a colaborar en lo que se me solicite para reinstaurar la democracia, pero no seré parte del gobierno. Sería un contrasentido con mi propia historia. Tengo 81 años de edad, y fui dos veces presidente de Venezuela. Ya cumplí mi papel. No aspiro a ningún cargo, sino a que Venezuela sea un país democrático mejor que el que tuvimos. La democracia no volverá de un solo carajazo. Será un proceso.
—Otra vez los militares le van a salvar las castañas a los civiles...
—Yo no hablo de una junta cívico-militar al estilo antiguo. Es conveniente que actúe la Fuerza Armada. Forma parte de la Nación y debe estar integrada al país cuando se presente la coyuntura de la vuelta a la democracia.
—Ahora los altos cargos del gobierno están en manos militares...
—Son militares chupamedias, no militares de verdad. No toman decisiones como militares sino como aprovechadores. Una de nuestras grandes tragedias es que creímos que en 40 años de democracia habíamos constituido una Fuerza Armada profesional y al servicio del país. Resultó que no, que en las bases del Ejército seguían presentes reminiscencias dictatoriales. La verdadera clase militar no está en el poder. La democracia tuvo, y tiene, extraordinarios oficiales a su servicio. A pesar de los esfuerzos de Chávez para desnaturalizar sus funciones y destruir su prestigio, la Fuerza Armada no acompañará ni respaldará un régimen forajido. El militar enfrenta un desafío ineludible: servir a Chávez o servir a Venezuela. El cumplimiento de sus obligaciones constitucionales mantiene en ebullición a la institución armada, especialmente a sus cuadros medios, que observan con alarma como la figura militar comienza a ser repudiada por la población. Cuando Chávez salga del poder, habrá que hacer un nuevo Ejército; más pequeño, mejor formado e ideológicamente democrático.
—¿Cómo ayudará la comunidad internacional en la lucha por la democracia?
—Venezuela no ha tenido realmente un apoyo internacional valioso, a pesar de que todo el mundo dice que está contra Chávez. La indiferencia internacional nos ha perjudicado mucho. No necesitamos que otros países intervengan o que actúen militares norteamericanos o chilenos en nuestro territorio. No. No queremos la intervención militar de nadie.
—¿Y la OEA?
—La presencia de Gaviria atempera un poco la agresión del Gobierno, pero más nada. Desde hace dos años, la OEA ha debido invocar la aplicación de la Carta Democrática Interamericana. Los principales países de la región no han cumplido con sus obligaciones y los pequeños han preferido atender sus intereses comerciales.
—¿Por qué abandonó el país si repitió tantas veces que no se iría?
—Yo no me ido de Venezuela. Yo estoy en Venezuela y estaré en Venezuela el día que se me pida, en las condiciones que sean, en el segundo que me lo pidan. Yo no le salí corriendo a Chávez.
—¿Está involucrado en un complot para asesinar a Chávez?
—No estoy metido en ningún complot para matar a Chávez. Es demasiado para él. Chávez debe morir como un perro, lo merece, con el perdón de esos nobles animales.
—Chávez es la voz de los pobres, del pueblo...
—Sí, habla de los pobres, pero ¿qué ha hecho por los pobres que no sea crear más pobres?
—La gente prefiere seguir con Chávez y no volver al pasado...
—De acuerdo, al pasado no se puede volver. Pero el pasado no soy yo. Yo soy el futuro.
—También hay un rechazo a los tecnócratas...
—Yo estoy de acuerdo. La tecnocracia es una desviación exagerada de la utilización de la ciencia, pero la intención de Chávez es negar la posibilidad de progreso. Quiere un país pobre e ignorante para poder mandar como lo hacía Juan Vicente Gómez. Chávez es un hombre primitivo, dictatorial. Nunca habíamos tenido un caudillo de esa naturaleza. Sacar a Chávez es indispensable para pensar en el otro país.
—¿Qué país imagina después de Chávez?
—Un país democrático en el que se respeten las ideologías, reine el progreso y se potencie al ser humano; y se busque siempre mejorar la calidad de vida de todos, sin excluidos. Debemos entender que para tener paz verdadera se requiere una economía sana. La paz se crea con progreso. Mientras la economía fluya sobre el peculado y el robo de los dineros públicos, no habrá paz ni verdadero progreso. El progreso es lento, difícil y complejo; no es soplar y hacer botellas. La paz es una creación de los hombres, no de la naturaleza ni de ningún ser extraterrestre.
—¿Usted qué piensa hacer?
—Lo que hago. No quiero morirme sin dejar el problema venezolano resuelto. Creo que lo voy a lograr. Aquí estoy, carajo, echando vaina todavía. No me creo al borde la muerte. Soy muy optimista, veo un país mucho mejor que el que tuvimos.
—¿Y se lo va a agradecer a Chávez?
—No, será a pesar de Chávez. Para Chávez no hay Venezuela, hay chavismo.
—¿Cómo se podría evitar la violencia que usted avizora?
—Quisiera saberlo. No soy partidario de la violencia, pero es tal el hundimiento que ha causado Chávez que no queda otro camino.
—¿Estamos en una situación parecida a la existente cuando usted propuso matar a Pedro Estrada con la idea de provocar el derrumbe de la dictadura perezjimenista?
—Sí. Yo lo intenté, pero el plan fue develado. Fue la única revolución cierta que persiguió Pérez Jiménez.
—¿El 11 de abril hubo posibilidades reales de un cambio de gobierno o fue una farsa?
—Chávez cayó ese día, pero no había una oposición organizada. El movimiento contra Chávez era completamente amorfo, acéfalo, aunque mayoritario. Las masas no tenían estructura ni identificación ideológica. Fue una gran lección. Venezuela sufrió las consecuencias de una reacción internacional más ligada a intereses comerciales que a consideraciones reales. Las consecuencias fueron muy perjudiciales: obligaron a la oposición a ser más acomodaticia de lo recomendable en las negociaciones para convocar el revocatorio.
Porvenir sin valija
“Mediante la demagogia, Chávez logró embelezar a los sectores más pobres y conquistar el poder con un apoyo popular efectivo. No tan grande como él dice, pero sí bastante notable. Muchos creyeron que estaba en capacidad de liderar un proceso de transformación. Provisto de un programa populista, prometió libertad, democracia y acabar con la corrupción, con el agregado de que pondría al mando a los sectores preteridos. No cumplió. Ha multiplicado el número de pobres y ha secuestrado todos los poderes del Estado. Su gobierno en el más autocrático y militarista de la historia. Ha desvalijado el Tesoro Nacional. Nunca el país había sufrido un proceso de corrupción de tanta magnitud. Chávez ha arruinado el país y lo ha sometido a la burla internacional. Su buhonería y la entrega de la soberanía a Cuba harán que más pronto que tarde lo juzguen por traidor a la Patria y por crímenes de lesa humanidad. Igual suerte correrán sus cómplices”.

© 2004. CA Editora El Nacional.

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