Ramón Hernández
eltejadoroto@hotmail.com
El hollín cubre las hojas de los árboles y dificulta la respiración. Tres chimeneas disparan su porquería a la atmósfera y la nube roja de estiércol asciende como una calavera. Es la muerte gasificada. Tacoa es un horno crematorio a posteriori, permanente e incesante.
A medida que Caracas depende más de sus turbinas de vapor para obtener electricidad es menos posible hacerle a Tacoa los mantenimientos de rigor y aumenta la cantidad de desechos que expulsa, sin que haya posibilidades de defensa. Aterrorícese, esa planta no sólo utiliza fuel oil, el más sucio de los combustibles inventados, sino que también se nutre de los pedazos de existencia que le consume a los seres que viven en sus alrededores y más allá. A nadie le preocupa, mucho menos al Coba. Seguramente aducirá razones de Estado y sacrificios en aras del socialismo.
En junio de 2008, el sindicato de trabajadores de EDC se quejó de que las máquinas de Tacoa operaban con combustible número 6 (fuel oil), porque Pdvsa dejó de enviar gas. El país con más reservas probadas de gas en el mundo (más de 174,9 billones de pies cúbicos) es incapaz de abastecer las plantas termoeléctricas y quema en Tacoa 30.000 barriles semanales del fuel oil que contiene 1,50% de azufre, el nivel más bajo que pueden producir las refinerías de Amuay y Cardón, cuando lo permitido es 0,5%.
La combustión de sustancias que contienen azufre genera dióxido de azufre, que en la atmósfera se transforma en ácido sulfúrico, que luego cae como lluvia ácida, ay, y causa graves daños ambientales y perjudica la salud humana. En el mundo, pero nunca en la Venezuela roja rojita que se rasgó el uniforme verde olivo en Copenhague, existen topes a la cantidad de azufre que pueden contener los combustibles derivados de los hidrocarburos. Pdvsa suplía a Argentina con fuel oil sucio, pero cuando las autoridades bonaerenses se quejaron de que el contenido de azufre era superior a 0,7%, la petrolera venezolana debió comprárselo a Rusia y a México para poder cumplir el contrato. Tacoa no tiene dolientes ni nadie mide los niveles de azufre en el litoral central, sólo las matas de mango y de aguacate, que se han muerto sin previo aviso. El azufre, ese que tanto hedía en la Asamblea General de Naciones Unidas, les roba la vida igual que a nosotros, constante e incesantemente. Desde junio de 2008 hasta hoy Tacoa ha vertido al planeta 37.800 barriles de dióxido de azufre. Vendo discurso ambientalista.
eltejadoroto@hotmail.com
El hollín cubre las hojas de los árboles y dificulta la respiración. Tres chimeneas disparan su porquería a la atmósfera y la nube roja de estiércol asciende como una calavera. Es la muerte gasificada. Tacoa es un horno crematorio a posteriori, permanente e incesante.
A medida que Caracas depende más de sus turbinas de vapor para obtener electricidad es menos posible hacerle a Tacoa los mantenimientos de rigor y aumenta la cantidad de desechos que expulsa, sin que haya posibilidades de defensa. Aterrorícese, esa planta no sólo utiliza fuel oil, el más sucio de los combustibles inventados, sino que también se nutre de los pedazos de existencia que le consume a los seres que viven en sus alrededores y más allá. A nadie le preocupa, mucho menos al Coba. Seguramente aducirá razones de Estado y sacrificios en aras del socialismo.
En junio de 2008, el sindicato de trabajadores de EDC se quejó de que las máquinas de Tacoa operaban con combustible número 6 (fuel oil), porque Pdvsa dejó de enviar gas. El país con más reservas probadas de gas en el mundo (más de 174,9 billones de pies cúbicos) es incapaz de abastecer las plantas termoeléctricas y quema en Tacoa 30.000 barriles semanales del fuel oil que contiene 1,50% de azufre, el nivel más bajo que pueden producir las refinerías de Amuay y Cardón, cuando lo permitido es 0,5%.
La combustión de sustancias que contienen azufre genera dióxido de azufre, que en la atmósfera se transforma en ácido sulfúrico, que luego cae como lluvia ácida, ay, y causa graves daños ambientales y perjudica la salud humana. En el mundo, pero nunca en la Venezuela roja rojita que se rasgó el uniforme verde olivo en Copenhague, existen topes a la cantidad de azufre que pueden contener los combustibles derivados de los hidrocarburos. Pdvsa suplía a Argentina con fuel oil sucio, pero cuando las autoridades bonaerenses se quejaron de que el contenido de azufre era superior a 0,7%, la petrolera venezolana debió comprárselo a Rusia y a México para poder cumplir el contrato. Tacoa no tiene dolientes ni nadie mide los niveles de azufre en el litoral central, sólo las matas de mango y de aguacate, que se han muerto sin previo aviso. El azufre, ese que tanto hedía en la Asamblea General de Naciones Unidas, les roba la vida igual que a nosotros, constante e incesantemente. Desde junio de 2008 hasta hoy Tacoa ha vertido al planeta 37.800 barriles de dióxido de azufre. Vendo discurso ambientalista.
Comentarios