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AMONESTACIÓN

Los ruidos del alma son imperceptibles. No se escuchan, pero tampoco dejan dormir. Cuando las personas hablan mucho y callan poco, es obvio que tienen el alma abullarangada, que no pueden conciliar el sueño, que son infelices. Sólo se calman cuando tienen al lado a alguien sobre quien descargar –con insultos y golpes– la rabia, la frustración y hasta la propia soledad que los corroe.
Los sabios son humildes. Ceden antes que sostener una discusión con personas que más que el valor de los hechos prefieren imponer su voluntad o su punto de vista, sin dudar en recurrir a la fuerza, a la descalificación y al insulto para doblegar al adversario. Los sabios son escasos, los otros abundan. Nunca he confiado en las mayorías, tampoco he sido un fanático de la unanimidad, de los consensos, de los acuerdos, pero reconozco la importancia de ceder como paso elemental de la convivencia y del mutuo respeto.
Todos sabemos qué catadura moral se necesita para formar parte de un poder público que se agavilla para imponer sinrazones y apela a la estulticia como razón de Estado. Desconozco si su administración o jefatura mantiene un archivo digitalizado de las sesiones que allí se escenifican, nunca hubo mejor palabra para denominar lo que ocurre en el hemiciclo, porque servirán en el cercano futuro para enseñar cómo no se debe comportar un ciudadano. No porque se saquen la plancha con total y absoluto desparpajo frente a las cámaras, que ha ocurrido, sino porque manifiestan un total y vulgar menosprecio por el pueblo que dicen representar.
Cada vez que suben a la tribuna de oradores participan en una arrogante competencia no sólo para maltratar el idioma en cada una de sus partes, incluidas las rugosidades, sino también para distorsionar la justicia y desencuadernar la lógica, en función de aparentar más sumisión que los otros de camisa roja rojita que les precedieron en la palabra, aunque hablen de resistencia indígena, lucha contra el imperialismo, autonomía y autodeterminación de los pueblos.
La canallesca y eficaz manera con la que reproducen los “golpes de papel”, tan frecuentes en la Venezuela de Juan Vicente Gómez, pero ahora en el nombre del socialismo y de tantas otras babiecadas, no los librará del juicio de la historia ni serán absueltos. No les valdrá borrar los videos ni que conviertan en pasta de papel las transcripciones de sus intervenciones, prevalecerán los hechos y las consecuencias. Alquilo manual del traidor

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