Opinión Sábado, 4 de mayo de 2002 Vete tú Ramón Hernández I Cuando todavía estaba de “presidente en funciones”, el sábado de los saqueos y el silencio, el capitán Diosdado Cabello se asomó a las cámaras de televisión para soltar una admonición que todavía hoy, a tres semanas de haberla hecho, retumba en los adentros: “Al que no le guste el proceso revolucionario bolivariano, que se vaya”. Y sin pestañear, colgó la mirada a la nada de la misma manera con la que Juan Barreto dice que nunca se ha bañado desnudo en la regadera de la casa ni se ha comido un moco. Prepotente. Con la misma arrogancia del dueño del patio que establece las normas y la hora que termina la farra, el ahora vicepresidente destituido, en un arrebato de estrechez e intolerancia, mandó a desalojar el territorio nacional, a salir de los linderos de la patria grande que tanto cantó Alí Primera, a quienes no comulgaran con sus cuitas y sus ideales políticos. Si hubiesen sido otras las condiciones de l
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