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Mostrando las entradas de agosto, 2009

AMONESTACIÓN

Los ruidos del alma son imperceptibles. No se escuchan, pero tampoco dejan dormir. Cuando las personas hablan mucho y callan poco, es obvio que tienen el alma abullarangada, que no pueden conciliar el sueño, que son infelices. Sólo se calman cuando tienen al lado a alguien sobre quien descargar –con insultos y golpes– la rabia, la frustración y hasta la propia soledad que los corroe. Los sabios son humildes. Ceden antes que sostener una discusión con personas que más que el valor de los hechos prefieren imponer su voluntad o su punto de vista, sin dudar en recurrir a la fuerza, a la descalificación y al insulto para doblegar al adversario. Los sabios son escasos, los otros abundan. Nunca he confiado en las mayorías, tampoco he sido un fanático de la unanimidad, de los consensos, de los acuerdos, pero reconozco la importancia de ceder como paso elemental de la convivencia y del mutuo respeto. Todos sabemos qué catadura moral se necesita para formar parte de un poder público que se agavi