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Una propuesta desde el olvido

Labor urgente: reconstruir la economía

Alberto Adriani


Alberto Adriani
Arturo Uslar Pietri y Diego Nucete Sardi publicaron en 1937 Labor Venezolanista”, una recopilación de 27 textos de Alberto Adriani que se hallaban en sus cartas y cuadernos de notas. 
El libro sintetiza un proyecto económico que consistía en hacer de Venezuela un país agroexportador –entre otras cosas– en una especie de anticipación a lo que Uslar Pietri llamó después “sembrar el petróleo”.

Corría la mañana del 10 de agosto de 1936 cuando una noticia conmovió a Venezuela: Alberto Adriani, el joven Ministro estrella del Gobierno de López Contreras, había sido hallado muerto en su lecho del Hotel Majestic. Sorprendido por una muerte repentina, Adriani dejaba atrás una obra gubernamental brevísima, pero muy fecunda. A partir de enero de ese mismo año se había identificado con el Gobierno de López y había participado en él. Primero, como presidente de la comisión que estableció las bases del sistema de primas a la agroexportación. Después, en calidad de co-redactor del Programa de Febrero. Desde el primero de marzo, como Fundador del Ministerio de Agricultura, y luego, desde el 29 de abril, como ministro, en Hacienda, donde se quedaría algo más de cien días, hasta su muerte.
El legado de Adriani incluía también una importante obra escrita, producida en distintos lugares y circunstancias (Zea, Caracas, Ginebra, Londres, Washington), a lo largo de casi 22 años (1914-1936). Esta obra comprendía, básicamente, cerca de 110 textos, inéditos o dispersos en publicaciones del país y del extranjero.
A raíz de la desaparición de Adriani, Arturo Uslar Pietri y Diego Nucete Sardi, se dieron a la tarea de reunir los textos del malogrado escritor y político. Organizaron un volumen que apareció en 1937. Uslar Pietri le puso el título que le pareció más justo: Labor venezolanista. El libro constaba de veintisiete textos. Incluía notas tomadas de sus cuadernos de apuntes y fragmentos de cartas. Incorporaba una Introducción de Uslar Pietri y una semblanza escrita por Mariano Picón Salas: “Para un retrato de Alberto Adriani”.
En agosto de 1946, Rafael Ángel Rondón Márquez organizó una segunda edición, aumentada, de Labor Venezolanista, la más completa de las existentes hasta hoy. Engloba el contenido de la primera y agrega materiales de gran valor. La tercera edición, publicada por la Universidad de los Andes en 1962, reprodujo el contenido de la primera. A partir de esta fecha se han publicado cuatro nuevas ediciones de Labor Venezolanista. Todas mutilan el contenido de la primera edición y agregan algunos textos de la segunda. Queda, pues, por publicar, una edición científica de la obra de Adriani que, bajo el título genérico de Labor Venezolanista, incluya, al menos, toda su producción conocida y contenga lo fundamental de sus textos tempranos. Este sería el mejor homenaje que podría hacerse a Adriani en la próxima conmemoración (14 de junio de 1998) de los 100 años de su nacimiento.
El núcleo de Labor Venezolanista, es un proyecto de cambio social para Venezuela, tal vez el más totalizante y estructurado de los últimos años del sistema agroexportador, en tránsito hacia el capitalismo rentístico.
Este proyecto se configura como un proyecto nacional: como un conjunto de ideas que intentan representar la acción que –en sus grandes líneas– debería realizar la sociedad venezolana para darle curso, en una nueva fase de su historia, al proceso de su formación como nación. Pero también se configura como un proyecto supranacional, tendiente a constituir en el largo plazo una sociedad latinoamericana (bolivariana y panamericana) fundada en un único proyecto de acción común.
Adriani es un partidario radical del intervencionismo estatal. Basado en una crítica acérrima al capitalismo liberal, plantea la necesidad de que el Estado concibiera e instrumentara el proyecto de la nación, y de esa forma se constituyera en el eje rector y articulador de todos los aspectos de su vida. El medio a través del cual la nación, bajo la dirección del Estado, se realizaría como tal y lograría sus finalidades, es para él, esencialmente, la racionalización (científico técnica) de todos los ámbitos de su existencia.
Adriani aparece en el pensamiento venezolano, como el introductor de la planificación, pensada como medio de generalización de la racionalidad técnica y científica en la vida social. El plan estatal es para él la expresión científico-técnica del proyecto de la nación. Elaborado y ejecutado por expertos, Adriani concibe al plan como eje articulador y plano totalizador de las políticas del estado. Estas políticas tienden, en su propuesta, a abarcar todos los aspectos de la vida social: la política poblacional, se orientaría a incrementar la población y a blanquearla mediante la inmigración blanco-europea. La política agrícola se propone crear un capitalismo nacional agroindustrial, diversificado pero de base cafetera e integrado competitivamente al mercado mundial. La política de comunicaciones, la creación de un sistema integrado de todos los medios. La política financiera, la creación de una estructura, adecuada a la economía y a la naturaleza del Estado, que unificara los sistemas fiscal, bancario, monetario, crediticio y cambiario. Al afirmar para Venezuela un capitalismo agrícola, Adriani se opone a que el proyecto de la nación se basara en la producción petrolera a la que calificaba de precaria, agotable y perecedera, inadecuada para servir de base a un desarrollo sólido. Sin embargo, esta oposición no significa que no haya tomado en cuenta al petróleo y que no le haya asignado significación y relevancia. Por el contrario, plantea la necesidad, frente a la expansión del capital internacional (al que acepta, pero dentro de los límites establecidos por el plan del estado), y de la prosperidad que traía consigo, de que los ingresos petroleros fueran aprovechados, planificadamente, para edificar las bases permanentes (agro-industriales) de la economía nacional. Este planteamiento esboza el primer modelo de uso consciente de los ingresos petroleros, y prefigura la proposición de Uslar Pietri, sintetizada en el célebre apotegma de “sembrar el petróleo”.
Adriani, sin duda, abrió caminos que todavía son nuestros caminos. Fundó, como lo señalara Asdrúbal Baptista, la Economía Política en Venezuela. Propuso por primera vez que se creara en el país un banco central y un sistema tributario moderno basado en el impuesto sobre la renta. En su proyecto de Ley de Arancel de Aduanas, abrió vías para redefinir las relaciones entre el Estado y las compañías extranjeras, y aumentar la renta petrolera. Su proposición, en 1934, de devaluar el bolívar, abrió el primer gran debate de nuestra Historia económica moderna. Sus análisis sobre la economía cafetalera y las razones que condujeron a su crisis, son imprescindibles para la comprensión de nuestro modelo primario agroexportador. Sus estudios son insoslayables para dar cuenta del impacto de la crisis del 29 sobre la economía del país.
Pero, Adriani en Labor Venezolanista también abrió (y continuó) caminos, que tal vez deberíamos definitivamente cerrar: su conceptualización, basada en el pensamiento racial, de la heterogeneidad social venezolana como un obstáculo para el desarrollo; su proposición de homogeneización racial y espiritual; su modelo elitesco y tecnocrático de organización social; su tipo de Estado, tan cercano al propugnado por Mussolini en la carta del Trabajo; su adversión a la democracia parlamentaria y al sufragio universal, y su proposición para crear una meritocracia corporativa.
En cualquier caso, Labor Venezolanista, tal vez la expresión más acabada en Venezuela, de lo que José Manuel Briceño Guerrero denomina la “identificación latinoamericana con la Europa segunda”, constituye una lectura indispensable para estudiar y comprender la Historia, y el pensamiento contemporáneo venezolano.
Devaluar la moneda, revaluar la economía
Después de 1929, la caída de los precios internacionales de los productos primarios, precipitó en la crisis a la economía venezolana y específicamente a la economía agroexportadora y cafetera. Las proposiciones económicas de Adriani se orientan entonces a diseñar las salidas de dicha crisis. A partir de 1934, la revaluación del bolívar, a la vez que contribuyó a incrementar el ingreso nacional, profundizó el deterioro de la agricultura y del café, su rubro principal. La viabilidad del proyecto de Adriani pasó a depender de la posibilidad de mantener e impulsar a la agroexportación, como actividad económica principal. Esta posibilidad, que en el largo plazo sería el resultado de la racionalización, pasó a sustentarse en una política cambiaria que, a través de una profunda devaluación, garantizara la rentabilidad agrícola y sus posibilidades de reproducción. A pesar de los intentos de Adriani, y de la presión de los intereses agroexportadores tradicionales, el bolívar no se devaluó. Por el contrario, después de la muerte de Adriani, en 1937, se revaluó definitivamente. El proyecto de Adriani, necesitado para su realización de una moneda devaluada que garantizara la rentabilidad agroexportadora, fue arrinconado progresivamente por la dinámica del país. La revaluación del bolívar afianzó los mecanismos de la nueva fase –rentista– del capitalismo venezolano.

Breve Cronología de Alberto Adriani
1898, 14 de Junio: hijo de inmigrantes albanos, nace en Zea, estado Mérida.
1915: conoce, en Mérida, a Mariano Picón Salas.
1917, febrero: se gradúa de bachiller en la Universidad de los Andes.
1917-1921: estudia en la Escuela de Ciencias Políticas de Caracas. Conoce a Gil Borges, a Itriago Chacín, a Manuel Egaña.
1921, marzo: viaja a los Estados Unidos, acompañando al canciller Gil Borges, como secretario de la Delegación que inaugura en Washington la estatua de Bolívar.
1921-1926: permanece en Europa (Ginebra, Londres). Cónsul de Venezuela en Suiza. Secretario de la Delegación Venezolana en cuatro Asambleas de la Sociedad de las Naciones. Se gradúa de licenciado en Ciencias sociales en la Universidad de Ginebra.
1926-1930: funda y dirige la Sección Agrícola de la Unión Panamericana, en Washington.
1930-1935, regresa a Venezuela. Se radica en Zea donde trabaja, estudia y escribe. Se convierte en una referencia teórica fundamental.
1936: se incorpora al gobierno de Eleazar López Contreras.
1936, 10 de agosto: muere repentinamente en su lecho del Hotel Majestic.

Adriani... y otros tres
Por Jesús Sanoja Hernández
En 1936 presenció el país el encuentro de cuatro personajes de categoría intelectual e histórica excepcional. Uno de esos protagonistas, Alberto Adriani, no lograría ver el fin del año. Murió el 10 de agosto en su habitación, que era sala de trabajo, del hotel Majestic, mudo testigo de la Caracas bohemia, intelectual y política, cuyo destino sería abrir paso a la avenida Bolívar en los días de entusiasmo urbanístico.
Los otros tres, uno de ellos hoy sobreviviente, marcarían, cada uno a su modo, el curso de la historia postgomecista. Picón Salas y Betancourt fundaron con Adriani un partido predecesor de AD –Organización Venezolana Orve– cuyo programa recogió puntos doctrinarios y reformistas ampliamente tratados por el autor de Labor venezolanista antes de la muerte de Gómez, como los de la creación de un Estado moderno, la adopción de planes de inmigración y colonización, la transformación del sistema educativo, incluyendo los aspectos técnicos y económicos, y finalmente una visión contemporánea de los problemas sociales.
Picón Salas, contra lo que se cree, ocupó en un primer momento la secretaría general de Orve, luego asumida por Betancourt, a quien López Contreras, en su libro de defensa El triunfo de la verdad le recordó cómo había servido, aunque fugazmente, en su administración nada menos que como colaborador de Adriani. Poco después Picón, desde Praga otoñal, escribiría bellísimas páginas (“Para un retrato de Alberto Adriani”) por donde desfilaba la figura del joven pensador y ávido lector en la Mérida de 1916, reencontrado en una casa de estudiantes de Caño Amarillo, por 1920, y luego separado geográficamente cuando deambulaba por Europa y Estados Unidos y Picón se asentara en Chile, acumulando sabiduría y esperando que “comenzara el siglo XX” en Venezuela, lo que ocurrió justamente en 1936.
Al producirse la crisis económica mundial que arrancó en el octubre negro de 1929, Adriani estaba en Washington como funcionario de la Unión Panamericana, y la coincidencia de ambos sucesos acentuó sus afanes investigativos acerca de los cambios en la economía, que desde antes él había visto en proceso de internacionalización (antecedente de la actual globalización), en el papel del Estado ante las fallas del liberalismo y en la necesidad de la integración latinoamericana, que en el caso de Venezuela debía empezar por la Gran Colombia. Luego, ya en Venezuela, analizaría en profundidad los efectos de aquella crisis en nuestro país, abogaría por impulsar la economía cafetera, su obsesión, y la diversificación, para no depender absolutamente del petróleo. Adicionalmente, propondría ideas novedosas en materia de política cambiaria y fiscal.
La breve relación de Betancourt con Adriani le aclaró al primero algunos conceptos que lo ayudarían a ajustar su pensamiento económico, ya bastante consolidado en Colombia y Costa Rica, y del cual hay testimonio en Venezuela, política y petróleo. Estos dos componentes, política y petróleo, serían la pasión de Betancourt, y se pensó que lo serían de Uslar. Con el tiempo, el Uslar postmedinista apartó la política para ceder lugar a su labor narrativa y ensayística, pero sin olvidar en esta última su fijación por la economía y especialmente por el petróleo. Por algún tiempo hubo la duda, plenamente aclarada, de si el editorial de Ahora (“Sembrar el petróleo”) se debió a Adriani. No: su autor fue Uslar, el cuarto protagonista que al comienzo de esta nota señalé como el sobreviviente.
Para cerrar, hay temas que en la Venezuela gomecista (en su prensa) casi no fueron tratados, y que Adriani abordó: el fascismo, el comunismo, las inversiones extranjeras, el papel de Estados Unidos la política económica. En ese sentido, no poco es el valor de Labor venezolanista.

* Publicado el 19 de abril de 1998

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